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  • Macarena Langleib

Morada II: Chau


I

Los ruidosos vecinos de enfrente se mudaron y ahora chillan las cotorras encaramadas a los árboles de la cuadra. Si pasa un avión, chillan más. Un auto también pasa, y la que sube la cuesta es una señora sin cartera, tomándose una muñeca que va como ala rota. Dice "esperame" al chofer del auto azul bolita, un bólido que va lento, atrás y adelante, marcándole territorio a su taconeo quejoso. "Se fueron por ahí", señala una ratita, y la callan volando.

II

Me fijo en la gente que dormita en los bordes; no sé dónde termina su ambiente ni dónde comienza el mío. A veces se dan no tan extrañas coincidencias e inventamos modos y miradas para esa escena de invasión de mi paso por su estancia. Aterrizo en el trabajo, abro la mochila y sale una polilla, diríase chistando. “Para llegar a lo que eres, debes de ir por donde no eres”, sentenció un psicomago.

III

Quién sabe de qué cumpleaños se escaparon esos globos azules y blancos que sobrevuelan la plaza adoquinada, atados de a dos, dando vueltas al palo borracho, haciéndoles fiesta a los faroles. Gorriones orgullosos, patricios del barrio Sur, es como si los tambores ordenaran su aire.

IV

Hago flexiones y piruetas pendulando en una rama de romero que quemo por la casa, casi perdida, despedida, idos todos hacia un destino menos casual. Son manojos de felicidad estos bienes volátiles, de nostalgia prematura. “Van a extrañar ese vitraux”, dijo mi cuñado. “Van a perder la rambla”, lloriqueó mi madre. “¿Quieren que les saque fotos de la casa?”, ofreció mi hermano.

unaramitaderomerohacehumopequeñounaramitaderomerohacefaltaparahacerunagranlimpieza

I: Juan Pedro Salvo
 

Podés escuchar el relato recitado por Macarena:


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