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  • Alejandra Frechero

La estampa invisible


Rask, ñam-ñem, mamá

o quién sabe cuál fue la primera palabra que salió de mi boca 25 años atrás. El habla, inherente condición humana.

En todo este trayecto infinito del blablablá hay algo que me llevó poco tiempo aprender: las personas no expresan sus pensamientos más profundos, tratan de leer en la mirada de sus interlocutores y, con frecuencia, intercambian palabras triviales, mientras intentan adivinar algo profundo y sutil, algo que habita más allá del significado inmediato de las palabras.

Esa misma adivinanza, que no se trata tanto de adivinar, sino más bien de encontrar un tesoro, es el juego más dulce al que me entrego cada vez que me enfrento a una fotografía; las reglas son simples y responden a una única premisa: encontrar lo invisible en lo visible. La dulzura radica en el placer de ir al encuentro de otra consciencia transitando el libre (absolutamente libre) camino de mi sensibilidad y en la aventura que supone ese intercambio de vísceras (¿álmicas?).

Cada fotografía es portadora de una segunda lámina, una segunda lámina que va más allá de las imágenes. El ojo que mira a través de la cámara queda captado en la foto, hay una marca del fotógrafo que se manifiesta a veces más, a veces menos, pero siempre está. Es una estampa no de sus rasgos, sino de su corazón, de su espíritu, de su temple. El corazón es el que ve una imagen y la quiere retener. Los ojos, como ventanas, dan paso a la luz, pero es el corazón del fotógrafo el que reconoce el momento exacto en el que se debe ejecutar el disparo. “Click”.

El corazón

es la verdadera materia

fotosensible.

Liam Warton

Liam Warton es un fotógrafo australiano de 26 años que vive en Estocolmo, Suecia. Se gana la vida trabajando en un café y haciendo registro de bodas. Dice que saca fotos porque busca, mediante la expresión de sí mismo, traer claridad y entendimiento a la vida.

Considera que una buena fotografía es aquella que posee cierta cualidad intangible difícil de poner en palabras. “Imágenes que evocan una respuesta emocional instantánea, sobresaturadas de sentimiento. También imágenes con composiciones interesantes en cuanto a los ángulos y las líneas, con mucha acción en escena”.

Entré por vez primera en contacto con la obra de Liam una tarde de verano mientras navegaba a la deriva por las aguas del viejo y querido Instagram; supongo que me atrajeron los intensos colores de los posts en miniatura. Luego me encontré con una cantidad de imágenes encantadoras, retratos de personas comunes, amigos o conocidos, rostros nórdicos jóvenes en su mayoría, en el set de sus vidas ajenas pero familiares y universales. Fantasmas de doble exposición, reflejos, agua, espejos, negativos intervenidos.

En más de un sentido creo haberme reconocido en sus fotos, creo incluso poder emparentar el trabajo de este joven sueco con el de muchos fotógrafos uruguayos que también experimentan y se expresan a través de la fotografía analógica.

Hay algo en la obra de Liam que me da tranquilidad. Poco tiene que ver con las cámaras que utiliza, las composiciones o el manejo de la luz, sino con el grado de honestidad que desprenden sus imágenes, esas marcas invisibles del corazón del artista. Un corazón que no me interesa juzgar más que apreciar y comer, porque esa es la belleza para mí. Honestidad. Nada más ni nada menos que con uno mismo; consecuentemente, con el entorno.

—La fotografía me ha permitido apreciar mi alrededor y encontrar belleza en lugares inesperados. Sin embargo, no creo que mis imágenes sean convencionalmente bellas, sino más bien una expresión de lo que tiene o no tiene sentido para mí. Supongo que hay una conexión muy fuerte entre la belleza y la honestidad considerando que la fotografía es una experiencia muy personal.

Encuentro particularmente interesante una serie de Warton titulada Soft Porn. Un conjunto de desafiantes autorretratos en los que el artista expone su cuerpo desnudo siguiendo las convenciones estéticas heteronormativas de representación femenina.

—Las mujeres son a menudo sobresexualizadas bajo la noción de arte. Retratadas entre hermosas líneas de luz y sombra sobre película granulada en blanco y negro. Sus cuerpos están conscientemente doblados y curvados […] Este tipo de representación refuerza las normas y estereotipos sexuales arraigados de antaño, ahora ya en decadencia. […] Por otra parte, el retrato estereotipado y sobredimensionado del hombre como persona fuerte y poderosa es extremadamente problemático. Lo desalienta a mostrar sus emociones, vulnerabilidad, miedo, dolor o desesperación.

En respuesta a una idea de género que no hace más que dividir y reprimir, Warton (heterosexual, por cierto) opta por retratar al hombre y a la mujer del mismo modo, y se muestra a sí mismo ejecutando las mismas posiciones sexualizadas en las que muy a menudo vemos a las mujeres.

Explora así su identidad, juega con los opuestos y posa sobre una cama de sábanas blancas mientras la luz de la mañana baña su figura. En esta serie el fotógrafo lucha por una definición más amplia de la femineidad y la masculinidad; son estas fotografías un grito de libertad de expresión.

Sobre el aprendizaje más grande de Liam durante su proceso creativo cuenta:

—Soy bastante autocrítico sobre todo lo que creo. Siento que me volví demasiado cómodo con lo qué/cómo fotografío, lo que ha vuelto a mis imágenes forzadas, acotadas y controladas. Necesito desorientarme a mí mismo y sacar fotos como si fuera la primera vez, otra vez. Me gusta desvincularme de toda prudencia y eso es en gran parte mi proceso creativo. Esto es lo que probablemente más me impulsa a mejorar, esencialmente dejar de sentirme mal, supongo.

***

Esta vez fue sobre Liam Warton, pero la verdad es que podría haber sido sobre cualquier otro; lo que más me interesa es refinar la mirada y compartir para Crear. Debe ser porque cuando tenía cinco años me diagnosticaron miopía de -7 grados en ambos ojos. Mi mundo visible desde entonces se presenta (casi) siempre detrás del velo de dos cristales que aumentan de tamaño todo lo que mis ojos tienden a desenfocar y deformar. Siempre que me entrego a cualquier forma de arte busco ver algo más allá que simples formas y teorías, busco corazones, y para encontrarlos, solo hay que sentir, dejarse mover. Orbitar alrededor de las ideas, verlas desde arriba, desde adentro, aproximarse de a poco o alejarse para tomar distancia. Para eso es que hoy escribo, de eso se trata esta propuesta, de dar. Dar vida y sacar a la luz al bosque debajo del bosque.

 

Un disco: I Could Live in Hope - Low

Una película: The Girl Who Walks Home Alone At Night.

Un consejo para fotógrafos amateurs: Disparen, filmen y experimenten.

Para conocer más sobre Liam Warton:

Web

Instagram

 

También podés escuchar esta nota recitada por María:


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