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  • Valentina Leoncini

Por la grieta entra la luz


Me detengo en la puerta buscando el timbre. Verde y sonido de pájaros. Cada aproximadamente seis minutos, silencio. Se congelan las calles, no pasan autos, los gestos en los rostros se acentúan.

—Hola, ¿a quién buscás? —Una señora de pelo oscuro abre la puerta del edificio.

—A Nicolás.

—Pasá nomás, está abierto.

Un living a ventanas cerradas, madera y terciopelo en algunas formas barrocas de muebles guardando historias. Apenas luz y el tiempo que estoy a solas antes de ir a buscarlo. Avanzo un poco y siento que algo roza mis piernas, un cosquilleo. En el suelo y a mi encuentro una medusa negra inmensa un tanto traslúcida que no logro definir bien qué es. Bajo y la toco, capas y capas de tul dividido por costuras que limitan no se bien qué: descubro el largo de un vestido, el ancho de un cuerpo, lo grotesco de Herencia.

Enseguida Nicolás.

F: Chicho Leoncini

Nico Galván es un diseñador de moda de 24 años que egresó de la escuela de Pablo Giménez con su colección Feast II: Herencia, continuación y contraparte de Feast I, la primera llegada de luz. Feast es, además de un concepto, un universo de hadas y brujas, del cual es arquitecto y obrero. María Antonieta es la mujer referente de la parte I, Ana Bolena de la II. En el medio, y encarnadas en ellas, las madres de Nicolás, y las del mundo. ***

Feast I, a primera vista, bien podría ser el vestuario de una película de ciencia ficción; cortes barrocos y voluminosos se unen bajo una paleta de color iluminada y femenina. En esta primera colección Nicolás parte de su amor imaginario: una idea poco terrenal y fantasiosa, quizá su primer acercamiento y forma de vivirlo, amor intangible, inalcanzable, amor a primera vista. Tal vez el mismo que vivía María Antonieta, con sus delirios y afanes por tapices, joyas y vestidos. En Feast I el diseñador la defiende como víctima del patriarcado y del cruel funcionamiento de la corte francesa, y de todas las cortes.

Libre de clasificación temporal, las prendas nacen en la época del arte rococó y llegan hasta el presente integrando una soltura moderna que incita a la liberación de una mujer determinada por la corsetería, vestimenta que convierte al cuerpo en una gran X que apunta hacia el centro, al sagrado vientre, creador de herederos. Feast I deshace esa X convirtiendo a las prendas en unisex, considerando a la mujer no como un punto, sino como un todo.

Herencia también es una puesta de gran volumen, aunque esta vez abstracto, con capas y capas negras indefinidas, seda y tul negros, nada más que negro. Aparece lo grotesco habitado por la oscuridad y los insectos. Prendas largas hasta el suelo y tajos prominentes; otra vez la atemporalidad de las piezas, fieles únicamente al tiempo interno del reino Feast.

Los rostros blancos, muertos, cubiertos por coronas muy bien realizadas por la estilista y diseñadora de accesorios Agustina Urioste: un paso adelante para el estilismo en Uruguay y una propuesta que realza la belleza de este pasaje del diseñador por su lado más oscuro.

Si Feast I es la aproximación a su amor idealizado, en Herencia enfrenta el verdadero miedo a amar y amarse, se propone abordar el amor con responsabilidad y entender qué es lo que no le permite vivirlo de manera terrenal. ¿Cuáles son sus miedos? ¿Cuáles sus inseguridades? Una prueba que se pone a él mismo y a su capacidad como creador, y su merecimiento de la vida y del amor. Una especie de paralelismo en el que se enfrenta a sus emociones más oscuras mientras viste a personajes que lo acompañan y lo guían en el camino.

—En Feast I me sentía puro, pleno, confiado. Sentía una fuerza desde la luz, andaba ciego para adelante. En Herencia me detuve, me perdí y enfrenté mis inseguridades, miedos, celos, envidia. Pero no me escapé, me quedé con ellos. ¿Cómo voy a saber de verdad qué es tener envidia si no me quedo a vivirla? ¿Cómo voy a crecer y evolucionar si no experimento? Y lo hice, y lo positivo de haberlo hecho es que hoy sé que no quiero la envidia en mi vida, porque puede que no esté contento conmigo mismo pero nunca voy a querer ser otra persona. Solo yo tengo esta herencia, esta historia de vida.

Ana Bolena y las mujeres de su familia son las que dan origen a esta colección. Nico se acerca a la historia de cómo Ana logra convencer con perseverancia al rey Enrique VIII de anular su relación con la Iglesia Católica, suceso del que parte su camino hacia un trágico destino de muerte. Una mujer intensa, estratégica, influyente en la política del reino, con una fuerza única para su época. Un carácter totalmente opuesto al de María Antonieta. Con ella, aparece una nueva forma de amor que tiene que ver con el deseo de poder, y con sentimientos oscuros en la lucha por la corona y por el amor del rey.

Cuando elige el camino de Ana Bolena como punto de partida de Herencia, es también cuando comienza a perder a su madre, en su propia vida, hacia otra muerte. En esta coincidencia entre su vida y su obra sale a la luz su principal herencia: la del dolor y el miedo al abandono.

—Somos nuestra herencia, eso es lo que más entendí en todo este proceso. A las horas de nacer, me abandonaron. Tengo esa información desde los cuatro años, desde mi primera conciencia mi mamá me dijo: “Tú no salís de acá (su mano en el vientre), sino de acá (su mano en el corazón)”. Yo crecí con esa diferencia. Lo que más agradezco en el mundo es haber sido Galván, haber crecido en este hogar.

Ante la posibilidad de abandono por segunda vez en su vida, elige reivindicar a las mujeres de su crianza y conservar en vestidos su memoria. No duda en pedirles prendas a su madre y a sus abuelas para rediseñarlas y, junto a otros materiales crear la colección con la cual egresa como diseñador.

Después de una carrera de búsqueda estética, de encuentro con la tendencia y con la moda, se detiene en su lado más sensible y oscuro y plantea un duelo plástico, convertido en prendas, pero que bien podrían ser canciones, películas o pinturas.

Nicolás crea una colección que habla de la herencia de sus madres: de una madre biológica intangible, invisible, que decide no formar parte de su vida mientras él crece en su vientre, y de una guerrera constante, que decide ser madre y lo elige como su hijo. Se nutren y se aman toda la vida y hoy aprenden a soltarse para vivir una vida sin dolor. Herencia es el tránsito, la aceptación del lado oscuro, lo que implica no anular, evitar ni dejar ir un miedo, sino enfrentarlo. Una materialización mágica de las emociones, una obra de arte que no da lugar a cuestionamientos ni prejuicios.

F: Chicho Leoncini

—¿Creés en la magia? ¿Creés en tu propia magia?

—Sí, creo en la magia porque no creo en la coincidencia.

—La magia capaz que no está en las cosas sino en cómo elegimos verlas, ¿no?

—Sí, las cosas son, y yo me considero una persona mágica porque todo lo veo con una cuota de encanto, desde lo más terrible hasta lo más hermoso. Un momento mágico para mí fue cuando llevé el ataúd de mamá hasta el panteón. Ese momento fue surreal, y nunca hubo algo más real que eso. Pero yo no podía creer lo hermoso que era, y creeme que estaba haciendo mucha fuerza para no caerme, pero no caía, porque estaba asombrado: el sol estaba latente, el cielo celeste, lleno de estatuas y columnas. No paraba de ver flores, mi padre al lado mío, el cuerpo de mi madre en un cajón, yo la estaba llevando al descanso. Atrás mío toda mi familia y mis amigos acompañándome en silencio. El momento fue mágico y todo lo que pasó no fue más que absolutamente terrenal. Entonces ahí está la perspectiva de ver mágico uno de los momentos más tremendos de mi vida. Y no es un don o algo que te pasa así de la nada, es una elección.

—Sabía que había una grieta en Herencia, algo trágico que había implicado el quiebre. Plásticamente es muy abrupto el paso de Feast I hacia Herencia, muy dramático. Quería encontrarme contigo y ver qué luz había entrado en ella, qué belleza tenía este conflicto. A pesar del dolor, estás en una nueva luz...

—No me queda otra. Entender las cosas como mágicas es entenderlas simples, y mirar lo simple como mágico es volverlo poético, a partir de ahí puede convertirse en una colección o en cualquier otra obra. Viví una etapa muy fuerte, vi el deterioro de mi madre y la muerte, me despedí muchas veces de ella, la acompañé en todo momento, aunque no pudiera escucharme, verme o hablarme. Nos amamos toda la vida, y eso es eterno. Entonces por más que me sienta triste no puedo no levantarme de la cama, no tener energía, darle lugar a la culpa que siente un hijo por vivir cuando su madre ya no está físicamente, porque eso sería muy egoísta de mi parte. Yo necesito honrarla, y para honrarla tengo que vivir, atravesar, desafiarme a mí mismo como creador y como persona. Encontrarme en mi luz y en mi oscuridad, hacerla obra y enseñanza. Hacer lo máximo. Porque ella hizo lo máximo por mí.

—Se eligieron…

—Sí, cien por ciento. Yo sé que ella está acá, es infinita. En mí, es infinita. En mis pensamientos, en las colecciones, en mis conversaciones. Y si la muerte no puede quitarme el infinito de las mártires y de las que hoy están vivas, mucho menos el infinito de mi madre.

A Nicolás,

A María Antonieta,

A Ana Bolena,

A todas las mujeres,

y a la Guerrera constante, constante, constante.

 

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