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  • Francisco Álvez Francese / Gastón Haro

17. Silencio


Sobre “Vía secreta”, “La rima vacua” (La isla de los cánticos, 1925) y el poema XXII de Fuego y mármol, de María Eugenia Vaz Ferreira

Hay una selva enredada de símbolos y rimas, hay la mano que corre la intrincada malla de ramas y palabras. Que marca un círculo de claridad sobre el pastizal sin otra arma que el anhelo. Es el vehículo ansiado de la poesía. Esa trampa que se abre para llenarse de letras que hablarán y harán eco en el cráneo como un guijarro lanzado en una cueva antigua cien años atrás. Es el rumor que se abre de pronto, en la casa cerrada frente al cuaderno, se siente desde el papel —luz de máquinas— y empieza a discutir pausadamente, expurgando la carne podrida de la lastimadura. Llega como por un camino torcido la voz, por la repetición, desde la noche eterna del poema. Solo la ciega abnegación la trae así, purificada en la nada de los puntos suspensivos, solo la constancia abatida. Es la práctica de una canción, la sombra extraña de sus potestades, proyectada en un muro opaco, es el simulacro de una danza, el ritmo partido del monstruo nocturno, la música tosca de un instrumento ajado. Y así responde la poesía, como un repicar de cuervos, unidos por el grito mortal, en negativo. Porque todo se abre, todo se dispone, todo se ordena frente al tiempo para luego caerse y quebrarse y las cosas dicen para fallar, para abandonarse, para dejarse por ahí arrojadas. Es la madrugada fatídica que abren mil pájaros, las alimañas del suelo, el espacio imperfecto del idioma, teñido de tardes, puro como un cristal de penitencia, en el fragmento inconcebible del flujo de la historia, el vacío que se oye como una delicada aniquilación cuando todo lo áspero y lo húmedo, cuando lo sordo y anegado, cuando lo sucio y putrefacto nos mira displicente, nos tiende la mano inmunda y el espacio entero, con sus centellas y sus luminarias, nos esquiva. Entonces es cuando la mancha débil de un blanco apagado despierta y brilla, como una tenue melodía que se levanta para responder, para manifestarse, para elegir esa fisura en la trama del siglo y a través de ella seguir significando y, deliciosa negación, para guardar silencio.

Vía secreta

¡Cuántas cosas, dueño mío,

cuántas hay que nos separan;

roca, abismo, mar y cielo,

eternos tiempo y distancia!

Pero yo te digo un nombre y tantas veces lo digo

que tengo una ruta abierta

entre mi boca y tu oído.

La rima vacua

Grito de sapo

llega hasta mí de las nocturnas charcas...

la tierra está borrosa y las estrellas

me han vuelto las espaldas.

Grito de sapo, mueca

de la armonía, sin tono, sin eco,

llega hasta mí de las nocturnas charcas...

La vaciedad de mi profundo hastío

rima con él el dúo de la nada.

XXII

Me engañaron, me engañaron

las avecitas de enero.

A golpear en mis cristales

los amorosos cánticos vinieron…

Tras ellas me fui a la selva

y pregunté: “¿Quién me aguarda?”

Solo escuché que el silencio,

“¡Nunca!”, muy quedo susurró en las ramas.

Me engañaron, me engañaron

las avecitas aquellas y desde el infausto día

voy sin consuelo errando, por las selvas...

 

El texto y los poemas recitados por Francisco:


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