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  • Francisco Álvez Francese / Gastón Haro

16. Sobre la hierba


Sobre un fragmento de “Cena del misterio” (El azahar y la rosa, 1962) y “Llegada a la hierba” (La canción de los pequeños círculos y de los grandes horizontes, 1927) de Vicente Basso Maglio

La verdad es un sitio. Un espacio que vemos un instante, habitable. Un triángulo de hierba, en el foco de luz. El mundo es una casa, aprensible. Como en el teatro, todo se muestra así, como una tela, el proyecto del espectáculo, la verdad acostada sobre el verde, como un animal. Basso Maglio persigue una visión más allá de la visión, como si se pudiera abrir la llaga en la piel y sentir. “Vení, noche cegadora / y vendá los tiernos ojos del día compasivo”, dice Macbeth. El poeta pide la luz en la luz, el fin de la ilusión de los sentidos, en cambio. Una dislocación que separa, de versos que se mueven en una aparente soledad, se quiebran y presentan la escena en una sensualidad metafísica. Alguien sueña “con la muerte en la mirada”, en un círculo de los días, otra forma de decir el arado. Es la interminable metáfora, rumor antiguo, del cultivo. El hombre que se da al verso, al surco, a sembrar y recoger los frutos. Pero en eso también entra la extrañeza: el suelo es erguido; la garganta, de nieblas; el campo, de estrella. Todo parece plano, sin profundidad: sobreposición de imágenes instantáneas, duras como íconos. Y al mismo tiempo, delicadas, tenues, evanescentes. El peso de los volúmenes, de las cosas que se aparecen ingrávidas como manchas y a la vez corpóreas. Y esa suma de imágenes pone cuerpo a lo abstracto y anula el paso del tiempo, que se mueve entonces como una espiral que avanza negándose, como si eso que es la muerte fuera en realidad lo que separa, lo que decide, el espíritu que anda sobre las aguas desde el principio. ¿Qué si uno se quita lo muerto de la mirada? ¿Verá a quién? ¿A quién posará, es decir, habitará? Si eso que se abre, esa herida que desgarra tierra y página, no para de brotar. Es el enigma de lo alto, de lo recibido de esa voz clara y hermética, aislada de un resto humano que solo oye, en silencio, resguardado de todo, y exige que se rompa más allá, que deje de posar la noche sus vestidos y ver, de verdad, verla así ambigua, lugar y criatura, resplandeciente como un metal.

Cena del misterio (fragmento)

Soñáis... soñáis con la muerte en la mirada. Desde el día a la noche y desde la noche al día. En el día, la muerte recoge, una a una, en su tul, todas sus estrellas. En la noche, la muerte desprende una a una, de su tul, todas sus estrellas. La estrella de la tarde es la estrella de la mañana. Y ninguna es la luz; y, el tul no es el cielo. Romped el tul de la muerte! Terminad con la noche y el día! Abrid los ojos en los ojos! No miréis con ellos . . .

Llegada a la hierba

Con garganta de nieblas, cantaremos aún

Sobre el árido cauce,

Antes de trasponer el suelo erguido

De los gajos sin siega;

Y antes de atravesar enrojecido

Campo de resonante estrella...

Pero, sangriento pie del abierto sendero,

Al fin, sobre la fresca verdad fina,

—Hierba plateada—,

Te posaré!

 

El texto recitado por Francisco:


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