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  • Gonzalo Leitón

Los casetes de Levrero, segunda parte


Nos recibe, con evidente malhumor, en su apartamento

próximo al Congreso. Nos hace pasar a un amplio ambiente

en el que se destaca un centro musical. Preparamos nuestro

grabador mientras él coloca un casete en el suyo

y regula el volumen para que la música –un excelente jazz–

no perturbe la conversación. Comenzamos.

-Entrevista imaginaria con Mario Levrero por Mario Levrer0

En la primera parte de esta nota compartimos las peripecias que el autor atravesó para acceder a los casetes de Mario Levrero, releímos algunos pasajes de La novela luminosa y El discurso vacío, rememoramos junto a los hijos los gustos musicales del padre, y nos aventuramos en una primera clasificación y estudio de aquellos casetes. Además, escuchamos uno de los mensajes dejados por Eduardo Darnauchans en la contestadora telefónica de Levrero. Si usted no ha leído aún la primera parte de esta nota, puede hacerlo aquí.

Alicia Hoppe fue pareja de Mario durante los años 80 y 90 y, actualmente, es responsable, junto a los hijos de aquel, de las reediciones y de su archivo. Nos encontramos en su apartamento próximo al centro de la ciudad; hablamos un buen rato de Levrero, me dio autorización para consultar su archivo, y me prestó libros, discos y otro lote de 48 casetes. Llegue a ella toda mi gratitud, y el deseo de que Mario esté tranquilo y satisfecho con el destino que les está dando a sus cosas.

Seguramente es mi mujer, que es muy celosa, quien tiró todo un buen día, sin consultarme, sin pedirme permiso, sin decir nada. Siempre está tirando cosas mías; ella piensa que no me sirven, y cree que no voy a recordarlas. Confía en mi falta de memoria, y es cierto, estoy perdiendo la memoria, muy aceleradamente, de un modo alarmante; pero eso no le da derecho a disponer de mis cosas como si ya me hubiera muerto. Ni siquiera muerto tiene derecho a disponer arbitrariamente de mis cosas; debería hacerlo con cierto orden y criterio, pensando en las formas de hacerlo que a mí me habrían gustado o que me habrían resultado más gratas o menos dolorosas.

-El alma de Gardel

Las canciones o piezas musicales que Levrero seleccionaba de la radio eran grabadas en una serie de casetes que titulaba, justamente, “De la Radio”. Fueron al menos 64 casetes, de los cuales pude escuchar 45. Cada uno dura 60 minutos, lo que da un total de 2.700 minutos de música grabada; alrededor de 800 canciones o piezas musicales. Una buena cantidad de esas canciones fueron editadas, originalmente, entre 1985 y 1987. Con toda seguridad, entonces, la serie “De la Radio” fue creada por esos años.

Desde 1985 hasta 1989 Levrero residió en Buenos Aires, lo que explica también la gran variedad de música a la que accedió, con una oferta de emisoras radiales mucho mayor a la montevideana. En Buenos Aires, Mario tuvo un empleo fijo: fue jefe de redacción de las revistas de juegos de ingenio Cruzadas y Juegos para gente de mente. Esto le permitió llevar una vida más holgada económicamente, cosa que en Montevideo le resultaba imposible.

En junio de 1985, el gobierno de Raúl Alfonsín había puesto en marcha el Plan Austral, que, además de crear una nueva moneda, congelaba los precios de la economía, con el fin de frenar la inflación. Si bien el plan funcionó durante algunos meses, al poco tiempo la inflación volvió a crecer, y el gobierno flexibilizó el congelamiento de precios; hubo aumentos, por ejemplo, en el precio de la nafta y de los cigarrillos, cosa, esta última, que sin dudas debió haber provocado una fuerte puteada levreriana.

Foto de Eduardo Abel Gimenez

Fuere como fuere, la cuestión es que Levrero atravesaba su mejor situación económica en muchísimo tiempo (a inicios de 1987 su salario era de ₳ 680; hacia fines del mismo año, de ₳ 1.092). Fue así que, en octubre de 1986, Mario seguramente caminó a paso lento las cuatro cuadras que separaban su apartamento del local comercial de la empresa Radio Aceto, y compró —por ₳ 549, cerca del salario de un mes— un centro musical Sharp modelo VZ 1500 Z, y un juego de parlantes Sharp modelo CP 1500 XP. Al mes siguiente, regresó al local y compró —por ₳ 21— unos auriculares marca KOSS modelo KC180 (estereofónicos)1.

Era un equipo de música de muy buena calidad, y con un diseño y un mecanismo particular, que permitía escuchar ambas caras de un disco sin necesidad de darlo vuelta. En este equipo Levrero grabaría la serie de casetes “De la Radio”.

Cuando descorrí la cortina y salí al patiecito para regar las plantas [...] Pajarito se volvió loco: empezó a volar de un lado al otro [...] Y finalmente sucedió lo peor: se metió en casa por la ventana francesa. Porque el Espíritu está indudablemente mezclado con todo esto, aunque usted no lo crea y yo tampoco, en ese momento yo estaba grabando música de la radio, una música en la que el instrumento dominante era una flauta que, primero ocasionalmente y luego con mayor frecuencia, ya casi de continuo, imitaba trinos de pájaros. Pajarito fue a refugiarse detrás de uno de los parlantes. “La música amansa a las fieras. Pajarito está sin dudas encantado con la música, que le hace pensar en su mundo”, pensé, y pensé otras estupideces por el estilo y terminé de regar las plantas. Cuando volví a entrar vi que el bicho había desaparecido.

-Diario de un canalla, 4 de enero de 1987

Levrero afirmó en una de las Irrupciones que sentía “devoción por la música, desde Canaro a Madonna, pasando por Schubert y por Frescobaldi”. La audición de estos casetes permite reafirmar esa declaración, sobre todo en lo referente a la variedad de sus gustos musicales.

Lo primero que llama la atención, sin embargo, es la poca presencia de tangos; tal vez caminar por las calles de Buenos Aires, como si transitara por la letra de algún tango, le era suficiente. Lo que sí hay son muchas horas de música culta: del período barroco, clásico, romántico, y del siglo XX. Obviamente, por la extensión de este tipo de obras, lo que aparece son fragmentos de algunas piezas (que muchas veces se cortan abruptamente), o solo algunos movimientos.

Su pasión por la música barroca está bien representada: hay muchas piezas de JS Bach (a quien consideraba el punto más alto en la historia de la música) y de Antonio Vivaldi. Hacia el final del lado B del casete 61, por ejemplo, Mario comenzó a grabar un trío para fagot, oboe y flauta de Vivalvi, pero a los pocos minutos la cinta se terminó; rápidamente –para los estándares de velocidad levreriana–, tomó otro casete (al que llamaría “De la Radio 62”) y continuó grabando la obra. También hay música de Schubert, Stravinski, Tchaikovsky, y de los extraordinarios violinistas Fritz Kreisler y Itzhak Perlman. A pesar de que aborrecía la ópera, grabó la famosa obertura de “La Vie Parisien”, de Jacques Offenbach.

Otra gran cantidad de horas fueron dedicadas a grabar jazz, tanto tradicional, como swing o bebop. Sin dudas, quien aparece con más frecuencia (a veces hasta con tres o cuatro temas por casete) es Louis Armstrong. Inconfundiblemente, Levrero siempre lo anotaba en la etiqueta como Satchmo, el apodo con el que fue conocido popularmente. Temas como “On The Sunny Side Of The Street”, “All Of Me” y “Someday You’ll Be Sorry” fueron grabados varias veces en distintos casetes. Una presencia curiosa es “Kiss of Fire”, una versión jazzera y en inglés del famosísimo tango “El choclo”, compuesto por el argentino Ángel Villoldo.

También hay música de Duke Ellington y Fats Waller, de Charlie Parker y John Coltrane, de Bill Evans y Dave Brubeck, de Billie Holiday y Sarah Vaughan, del grupo vocal The Andrews Sisters, y del —según lo anotado por Mario en la etiqueta— “gran pianista argentino” Baby López Furst.

Otro bloque importante de grabaciones corresponde a música pop de los años 70 y 80, que hoy en día suele ser catalogada como oldies o románticos. Es bueno tener presente que estamos ante un Levrero enamorado.

Me ha sucedido, este verano, de perderme en el tiempo. He llegado a sentir que había vivido siempre en este verano húmedo [...] y que siempre habría de vivir en él. Por momentos, y para mí, ha llegado a ser como una indeseada eternidad. Nunca como en este tiempo de espera desahuciada me había fabricado ilusiones para entretener la ansiedad; casi he llegado a la alucinación. Y me he enamorado, de una manera indecente, obsesiva, adolescente; esta obsesión rellenó innumerables insomnios.

-Apuntes bonaerenses, 1o de marzo de 1987

Grabó mucha música de cantantes mujeres: Carly Simon, Whitney Houston, Barbra Streisand, Cindy Lauper, Linda Ronstadt, ABBA. También de hombres: Billy Joel (“Honesty” aparece en tres casetes), Frank Sinatra (otra presencia recurrente), Simon & Garfunkel, Chris Rea, Gilbert O’Sullivan, Hurricane Smith (quien, aunque Mario probablemente no lo supiera, ya que desconocía el nombre del intérprete, fuera ingeniero de sonido de sus adorados Beatles). También grabó una gran variedad de artistas franceses (Joe Dassin, Jean Gabin, Claudine Longet, Barbara, Charles Aznavour, Jacques Brel) e italianos (Fred Bongusto, Ornella Vanoni, Mina, Roberto Murolo, Fahrenheit 104).

Hay grabaciones de folclore (Roberto Lara), de salsa (Rubén Blades), de música new age (el japonés Kitarō), de canciones españolas (Joan Manuel Serrat aparece repetidamente con “Fiesta” y “La saeta”), bossas de Gal Costa y Chico Buarque, piezas de cabaret alemán interpretadas por Marlene Dietrich o Cissy Kraner y Hugo Wiener (“Der novak lässt mich nicht verkommen!”, un fabuloso tema de 1957, un himno a la libertad sexual, con una letra explosiva, cargada de humor y doble sentido). Y paro por acá.

Los años que Mario Levrero vivió en Buenos Aires coincidieron, según sus propias palabras, con un período en el que desatendió los mensajes de su inconsciente, en el que perdió el contacto con el daimon (“ese gracioso diablillo intuitivo que además sabe escribir”), en el que el tiempo de ocio —que consideraba imprescindible para la creación literaria— fue desplazado por un tiempo “productivo”, pautado por los horarios de oficina.

Podemos pensar que, en aquel período, la música fue un refugio para su tan vapuleado yo. El centro musical Sharp, las emisoras de radio porteñas, la grabación de compilados en casetes, los discos que podía obtener del Centro Cultural del Disco (del que Jorge Varlotta fue el socio activo No 779.200) y los conciertos a los que pudo asistir (como el de Les Luthiers en el Teatro Coliseo, en octubre de 1987) fueron una grata compañía en tiempos de dudas e incertidumbres.

Finalmente, en mayo de 1989, Levrero dio por terminada su estadía bonaerense, y se mudó a Colonia del Sacramento, junto a su pareja Alicia Hoppe y su hijo Juan Ignacio Fernández. Un mes antes, Mario inició los trámites ante el consulado uruguayo para llevarse consigo sus pertenencias, entre ellas, un centro musical Sharp, con dos parlantes, antena circular, micrófono y auriculares, una radio portátil Fair Mate, una cajonera para 48 casetes, dos portacasetes de plástico (para 40 casetes cada uno), unos 200 casetes grabados y unos 100 discos long-play, además de, aproximadamente, 600 libros y 500 revistas.

Postdata. Para finalizar, transcribo el resto de los mensajes dejados por Eduardo Darnauchans en la contestadora del teléfono de Levrero en noviembre de 19962:

Jorge: te habla Darno. Cumpliendo con una especie de requisito que yo me autoimpuse, voy a dejarte una serie de grabaciones para que las tengas ahí, porque da la impresión de que nunca aceptás una llamada; en el sentido de recibirla, quiero decir; en el sentido de levantar el teléfono. Yo soy igual que tú. Y aparte, de repente, si Ignacio quiere grabarlas, está todo bien. Porque, aparte, me estaba acordando hace un momento, que es nombre de familia mío, Ignacio. Tengo dos tíos llamados Ignacio, hijos de la madre de mi padre, que se llamaba doña Ignacia Brum de Oliveira, de Rivera, allá contra el Brasil. Y tengo dos tíos que se llaman igual [risas], dos hermanos, hijos de ella, no mi padre, que no se llamaba así, pero sí mi tío Ignacio Edgar, que ya falleció, y mi tío... [se corta].

Bueno, como está muy acotada la duración de la llamada, llamo de nuevo para terminar. De alguna manera un músico tiene que terminar, o no, pero tiene que elegirlo. Su: chan chan. Aparte de que sea la última sílaba de mi apellido. Decía eso porque es así, y porque he continuado leyendo tus malhadadas palabras. Nunca olvides que para mí los adjetivos van al revés. Así que ahora sí termino. Son ahora las dos y veinticinco de la tarde del 28 de noviembre de mil novecientos y noventa y seis. Te dejo un abrazo y bueno... Salve! Y larga vida. Salú. Y poca peste, como yo, en la cara.

Bien, dejaré mi mensaje, Jorge. En primer lugar: San Jorge ya fue descanonizado. No había dragones. El Vaticano concluyó en eso: en Capadocia, en esa época, no había dragones. Y por Mario te puedo decir que es el sustantivo latino de mayor potencia masculina, de manera que, al morir Mastroianni, ya no hay más Marios. Pero te quería decir, aparte de Ignacio, que es un nombre de familia, que Alicia sí: se llamaba así mi madre, se llama así mi hermana, se llamaba así mi abuela, y mi bisabuela; por el lado materno, los Miraris, de Terragona, Cataluña. De modo que... tú quedas descalificado por Jorge y por Mario, ¿no? Un dragón: no existió jamás, entonces el Vaticano se dio cuenta de eso, y dijo: no. Y Mario: no es el masculino de María... [se corta].

Bien. Soy yo otra vez, Jorge. Fíjate que no era ningún tipo de amenaza, solamente era una broma. O sea, en todo caso te recuerdo el pasaje de Through The Looking Glass, “A través del espejo”, de Alicia, del amigo Carroll. Cuando ella se encuentra con Humpty Dumpty y el tema de los “no cumpleaños”. Es muy interesante volver a leer eso otra vez para, más o menos, matizar la vida. ¿Qué diferencia hay entre una corbata y un cinturón?, por ejemplo. Es muy interesante verlo desde el punto de vista anatómico, digamos así. Bueno, un abrazo grande, y descansa tranquilo que el mundo continúa, y yo entre ellos. Intentaré dormir ahora, si es que puedo, y si no, bueno, me joderé. Un abrazo grande. Darno.

 

1 La documentación inédita utilizada para elaborar esta nota se encuentra en la Sección Archivo y Documentación del Instituto de Letras (SADIL), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República (Montevideo). Colección Mario Levrero.

2 En el audio que acompaña esta nota pueden escucharse los mensajes.

 

La nota recitada por Gonza:


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