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  • Texto y fotos: Maggie Sagarra

Vivian Maier


Un documental de una hora y media no alcanza para responder todas las preguntas que despierta Vivian Maier. O aun surgen más. ¿Quién es Vivian Maier? ¿Es la aventurera y amorosa con los niños? ¿Es la que los maltrata? ¿Es la que captura el amor en dos manos que se toman fuerte en la calle? ¿O es a la que antes de ayudar a un niño accidentado la cautiva el accidente mismo? ¿Cien mil fotos? ¿Son todas tan buenas como las que circulan? ¿Cómo hicieron para decidir cuáles valía la pena mostrar?

Para contestar otras preguntas, de las que ya se han encargado: Vivian Maier nació en el Bronx, Nueva York, en 1926, en una familia de origen francés y austrohúngaro, y vivió parte de su juventud en Francia. Ya de vuelta en Estados Unidos, fue niñera en varias familias. Era muy celosa de sus pertenencias y de su espacio, y no dejaba que entraran a su habitación. Se supo que en las diferentes casas en las que trabajó estaban tapadas de piso a techo de diarios, que coleccionaba, según John Maloof (quien descubrió su obra), siempre con miserias humanas: violaciones, abuso, asesinatos. Vivian era solitaria y nunca se le conoció pareja o vínculo alguno. Murió no hace mucho, en 2009, como “la vieja loca que habla sola en la plaza”.

La primera vez que vi el trabajo de Vivian Maier me gustó. Ahora me parece increíble. Tiene que ver con mi propio camino, con el trayecto de la Maggie de un año y pico a la de ahora, con una búsqueda de mi creatividad y de una mirada. Ver algunas de sus fotos en vivo (y eso que tiene la particularidad de que no hay contacto entre artista y obra… ¿acaso importa?) fue una experiencia fuerte y emocionante.

Esta mujer andaba con su cámara y los niños a rastras —presumimos que sus excusas para explorar la calle— y capturaba situaciones, rostros, momentos. Entre muchas, hay expresiones de incomodidad, de sorpresa, de interpelación. Hay algo de testigo pero también de intruso. Vivian se animaba, su cámara no era su escondite (usaba las Rolleiflex, más que nada, que colgaba por debajo de su pecho), y sin embargo, era una incógnita. Si tomaba esas fotos, no podía ser invisible, aunque lo fuera su arte para quienes la conocían —y era un gran misterio—.

Son esas las imágenes que puntualmente me impactan, me conmueven. Pero hay más. Hay recortes únicos del humano y del mundo. Soledad, amor, tristeza, miseria, emoción, pobreza, sufrimiento. Y belleza. También belleza. Quizá Vivian fuera la aventurera y la maltratadora a un tiempo, quizá hubo varias, y por eso su obra es tan prolífica.

En el documental hay una suerte de justificación (un poco floja, en mi opinión) por exponer a Maier al mundo. También muchos lamentan que no haya gozado de reconocimiento en vida.

Yo no estoy tan segura. Hay algo que me inquieta de tener acceso a sus fotos, a la vez que intuyo que nada sería lo mismo si la hubiéramos “descubierto” antes de morir. Entonces pienso que no queda más que compartir. Si quieren saber más, pueden ver el documental, que está en YouTube, o su página web. En el sitio de la galería que se encarga de los impresos de sus fotos, Howard Green, hay muchísimas para ver. Lamentablemente, la muestra a la que fui, en la Fototeca Latinoamericana (Fola) de Buenos Aires, ya se terminó. Maravilla sería verla en Montevideo. ¿Quién se anima a traerla?

 

La nota recitada por Maggie Sagarra:


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