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  • Alejandra Frechero

Retrato de una ausencia


Yo no sé si mis ojos o mis manos

Encendieron la vida en tu retrato;

Nubes humanas, rayos sobrehumanos,

Todo tu Yó de emperador innato

Amanece á mis ojos, en mis manos!

Por eso, toda en llamas, yo desato

Cabellos y alma para tu retrato,

Y me abro en flor!…Entonces, soberanos

De la sombra y la luz, tus ojos graves

Dicen grandezas que yo sé y tú sabes...

Y te dejo morir…Queda en mis manos

Una gran mancha lívida y sombría…

Y renaces en mi melancolía

Formado de astros frios y lejanos!

“Con tu retrato”, Los cálices vacíos, Delmira Agustini, 1913, p. 23.

Huellas incoloras, casuales, sugestivas son obra de la luz que viaja en el tiempo. Vuelve. Vuelve y nos devuelve la energía irreverente de la ausencia monotema que refiere incansable, una y otra vez, a lo que fue: presencia.

La responsable del viaje en el tiempo es Manuela Aldabe, sus ojos y sus manos. Fotógrafa, artista y docente de gran trayectoria, no es la primera vez que indaga sobre cuestiones sujetas a la identidad femenina y la violencia de género. That is a Woman, el nombre de la obra que enciende la vida de Delmira Agustini, asesinada en 1914 por su ex marido, el señor Enrique Job Reyes.

Reivindicar a Delmira como víctima de feminicidio es el cometido primordial de este trabajo, que deriva en una soberbia rayografía artesanal del traje nupcial de uno de los principales mitos y símbolos de la cultura uruguaya. Tras meses de investigación, Manuela logró en una aventura montar una “carpa oscura” en el Archivo Literario de la Biblioteca Nacional con el propósito esencial de romper el silencio bajo la forma de un vestido confeccionado con luz que cuestiona la historia y se revela ante la muerte.

El proyecto parte del concepto de que trabajar con material fotosensible es una forma de captar energía; en este caso, la luz penetra la prenda e imprime, eternizando en el papel, la energía que el asesino quiso destruir. La rayografía resulta en una imagen de ensueño y se diferencia de la fotografía, entre otras cosas, por no ser una copia mecánica, sino por constituir una hazaña pictórica impredecible. Un acto hiperestésico, en el que la prenda que tocó la piel de la víctima toca ahora directamente el papel, vínculo que queda sellado con la reacción de los haluros de plata frente a la luz. “El contacto es un acto de amor y rebeldía muy importante”, expresa Manuela.

Al mismo tiempo, es la ausencia, la ausencia de la cámara, la ausencia que aclama un vestido sin cuerpo. No es una representación exacta, es un rastro que sugiere. Por un lado, el papel logra retener el dibujo perfecto de los encajes del vestido, mientras que las partes que en el traje corresponden a la seda se manifiestan en el papel como superficies vacías, como si fueran manchas exentas de información alguna, solo un contorno. El producto visual mantiene la sutileza de la invisibilidad, contiene lo que muestra y también lo que excluye, es el velo tremendo de la ausencia y un reto al tiempo que deviene una efigie espectral.

En una invitación a jugar con la memoria, a acariciar un recuerdo, esta rayografía encarna la figura de Delmira, la vemos, cada uno la ve desde su interior, vestida de novia, única porque es creación de la imaginación y la consciencia. La obra reencarna esa presencia ausente, Manuela nos acerca a la poeta, no. Mejor prefiero: Manuela nos acerca a la mujer, nosotros actuamos frente a este acercamiento, la interrogamos, la reconstruimos, o nos encontramos por primera vez.

El retrato pretende, además, hablar desde un lugar honesto: Delmira no fue Julieta ni Enrique fue Romeo; Delmira Agustini fue víctima de feminicidio, asesinada por poseer una libertad y un poder indignos en una mujer de la época. Sin embargo, la historia vagamente la reivindica en este sentido. Esta investigación significa también una lucha por sacar a la luz la violencia de género como un fenómeno escondido en las paredes domésticas al igual que la rayografía se crea escondida en la oscuridad de una carpa.

Sobre este dibujo de luz, se aprecia la silueta del encaje de Bruselas, un tipo de encaje fino de alta calidad hecho a mano, que se forma como un entramado de capas tejidas por separado, es decir, primero se hace el fondo, luego se une el dibujo y así todo lo demás. Manuela propone aquí una analogía entre este tejido (que a su vez también es un conjunto de tejidos) y la violencia de género: “El feminicidio es la punta de un iceberg. Detrás del feminicidio hay una red enorme de violencia de la que formamos parte como sociedad. Esas redes de violencia son como los trozos del encaje de Bruselas, que primero se forman y luego se unen. Sin embargo, al mismo tiempo, también considero que son solo las redes las que van a lograr sacarnos de la violencia de género. Por eso me interesa el contacto directo a través de ellas y el dibujo a través de la luz. Es la luz la que nos saca de esa oscuridad”.

Se expone el negativo —no el positivo— de la rayografía por dos razones: en primer lugar, el negativo es el original, en segundo lugar, el negativo obliga al espectador a imaginárselo en positivo. La artista ambiciona el ejercicio mental del observador, porque sostiene que parte de ese ejercicio es necesario sobre la violencia de género. No se trata de mirar las noticias y ver cómo fue asesinada tal o cual mujer, se trata de comenzar a ver la problemática desde un lugar más humano, más comprometido y menos espectacular, para generar la cercanía y penetrar la consciencia. Eso es un esfuerzo mental y espiritual necesario, son los primeros pasos del estar involucrado. “No voy a mostrarlo como tú lo ves. Debemos ejercitar la imaginación para salir de donde estamos”.

Esta rayografía puede ser en papel esa gran mancha lívida y sombría que renace en la melancolía de Delmira porque comparte indudable un lenguaje con su escritura, con su poesía corpórea y simbólica. El tratamiento que hace Manuela sobre lo ausente nos acopla fantásticamente a ese cuerpo destruido y a esa vida arrebatada con la violencia de dos balas que supieron reprimir el poder de un alma atrevida a ser libre, a ser mujer y ser libre. Desde algún lugar lejos y desconocido algo vuelve para hablar y, si nos abrimos a eso y escuchamos con el corazón, comprenderemos la belleza que radica en formar parte del movimiento que genera el cambio.

***

La magia se exhibirá a partir de hoy viernes 18 a las 19.00 en la ceremonia de premiación del 48º Premio Montevideo de Artes Visuales en el Centro de Exposiciones Subte, junto al trabajo de otros 28 artistas también seleccionados, y se podrá visitar hasta el 24 de setiembre.

*Las fotos que acompañan la nota son de María.

 

La nota recitada por María:


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