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[Tres cerebros en cubetas] Percibir lo extraño

Karen Wild Díaz




Cada unx encerradx en su casa, relacionándose con el mundo exterior únicamente a través de la computadora. Creyendo. Dudando. ¿No es esto lo más parecido a la distopía de que somos cerebros en cubetas? Esta sección apela a la intersubjetividad, a la estrategia socrática de pensar en diálogo con otrxs. Parte de cierto malestar en relación a la producción filosófica de mayor circulación e invita a amigxs a reaccionar a esta pregunta: ¿qué están pensando, sintiendo y deseando en relación a la filosofía en estos tiempos?




__arreglos_en_general__micro intervenciones en/de la vida cotidiana




Ante la pregunta por el rol que puede tomar la filosofía en la situación actual de pandemia, con su emergencia sanitaria o cuarentena obligatoria como política mundializada, lo primero que pienso es en el carácter acontecimental de esta situación. Por acontecimiento me refiero a la irrupción de una situación inesperada y que resulta incapturable para el pensamiento. Incluso en relación a otros acontecimientos políticos recientes que, por ejemplo, se fechan con un día y un mes como tag, este es mucho más difuso, brota en un año pero se mundializa en otro, se paran la mayoría de las actividades normales y se les pide o exige a millones de personas sin ningún problema de salud quedarse en sus casas durante meses... Me resulta muy extraño, en varios aspectos. Sin embargo, una y otra vez pienso en uno de ellos: el tiempo. Pienso que esta situación instala un tiempo inédito, un tiempo hecho de tiempos muy diferentes que coexisten en tensión. Y este es un tema tradicional de la filosofía.



Para mí, una clave del pensamiento filosófico es su carácter intempestivo, inactual o desfasado, como defendía Nietzsche. Si bien la crítica de la actualidad es parte de la tarea de pensar nuestro tiempo, puede que la lógica consumista en formato breve y fácil de digerir, del tipo red social, comprometa su singularidad. En todo caso, ¿cómo hacer filosofía de actualidad?, ¿cómo pensar lo que nos pasa hoy? Me da la impresión de que hoy pasa algo diferente a unos años atrás y es que la gente está atenta a lo que dicen lxs filósofxs, más que lxs politólogxs u otrxs. Tal vez sea por la omnipresencia de las redes sociales, donde se postean reflexiones y se dan algunas discusiones, se comparten artículos de esto y aquello. Pero también genera una demanda de pensamiento-ya, de tener que decir algo. En el otro polo, me hace pensar en Derrida, el filósofo del rodeo… De todas maneras, me pareció interesante un ensayo en lobosuelto.com sobre el virus como un régimen de signos que nos habita a todas las personas, a Galindo invitando a repensar el contagio y a Preciado retomando su análisis farmacopornista de nuestra sociedad, no porque representen una novedad absoluta, sino porque provocan el régimen de lo políticamente correcto. Y ello puede hacer máquina con otras creaciones y vivencias para que aparezcan nuevos posibles en el pensamiento. Me acuerdo de este fragmento de Foucault:



Es filosofía el movimiento por medio del cual (no sin esfuerzos y obstáculos, sueños e ilusiones) uno se distancia de lo que está adquirido como verdadero y busca otras reglas de juego. Es filosofía el desplazamiento y la transformación de los cuadros de pensamiento, la modificación de los valores recibidos y todo el trabajo que se hace para pensar de otra manera, para hacer otra cosa, para devenir distinto de lo que se es (Dichos y escritos, vol. 4, 110).



Personalmente, me reconfortó volver a leer sobre las sociedades disciplinares en Vigilar y castigar, un libro publicado en 1975, donde Foucault plantea que mientras el panóptico (que toma de Bentham en el S XVIII) correspondería al modelo de gestión y vigilancia cotidiana de los cuerpos en nuestras sociedades, el modelo de la ciudad apestada en estado de emergencia da cuenta de su funcionamiento en estado de excepción. Y si bien es cierto que en 1975 la sociedad (incluso la europea) no era la misma que la de hoy, hay mucho de lo que plantea allí que es muy actual.



¿Cuántos tiempos en este tiempo? El tiempo del extrañamiento ante un cambio súbito. El tiempo real de la telepresencia. El tiempo largo del disciplinamiento y uno más acotado del biotecnocontrol de unos cuerpos que hoy se adaptan rápidamente a la nueva normalidad. El tiempo del no hacer, del tener tiempo y no saber qué hacer y no saber no hacer porque no estábamos acostumbradas a tener tiempo. El no tener tiempo porque hay que adaptarse a la nueva normalidad. El tiempo del cambio. El tiempo de hacer memoria. El tiempo del pensamiento. Seguramente habrá otros, pero todos estos tiempos conviven en nuestro “presente”.







Incluso si en estos días las medidas sanitarias se están modificando y pasamos a una “etapa” en la que volvemos gradualmente a realizar muchas de las actividades suspendidas, aunque en condiciones muy diferentes, vale preguntarse: ¿qué pasa con nuestro pensamiento acondicionado en la hiperaceleración de la productividad y el consumo en tiempos de emergencia sanitaria mundial? Y cuando me pregunto qué pasa con nuestro pensamiento, claro que también me pregunto qué pasa con nuestro cuerpo.



Me acuerdo de Bergson en las dos conferencias de La percepción del cambio, que están en un libro que se llama justamente El pensamiento y lo moviente. ¿Qué ocurre cuando nos desviamos del flujo habitual, operativo de movimientos? Pienso en el movimiento de las ciudades, el “circule, circule”. ¿Cuándo, en vez de pasar rápidamente a conceptualizar, a formular ideas y juicios, nos quedamos más tiempo en la percepción, explorándola? Yo sé que hay muchas personas a quienes la emergencia sanitaria les ha demandado más trabajo de lo normal, que hay otras que han tenido que ir a sus lugares de trabajo durante todo este tiempo, y están aquellas que no tienen casa donde quedarse. A lo que voy es que a nivel social se interrumpió el orden esperable de los sucesos, el flujo cotidiano de movimientos y conexiones, y entramos en una especie de turbulencia perceptiva, en la que no sabemos bien qué día es o qué va a pasar mañana, cuánto va a durar esto, si nos estamos desconfinando o vendrá una marcha atrás en las próximas semanas o meses. Y al mismo (?) tiempo, se acelera la velocidad de actualización, algo para lo que estamos bastante entrenadas, y permanecemos expectantes ante el próximo orden de movimiento por parte de las diferentes autoridades. Es un momento muy inestable y confuso, y eso es interesante a nivel filosófico. ¿Podemos mantenernos pensando en lo extraño? Sería pensar sin querer llegar a un término, a un resultado, es decir, tratando de no disciplinarse. Pero entonces, ¿sigue siendo filosófico? Para mí es ahí, en los márgenes, donde aparece algo diferente en el pensamiento. Bergson dice que cuando sentimos la duración real de los movimientos, el tiempo que se manifiesta es de otra naturaleza que el tiempo cronológico. El tiempo percibido, el tiempo vivido es un tiempo indivisible, continuo y heterogéneo, cuya esencia es el cambio. Esta tesis conduce a que el pasado haga cuerpo con el presente: el presente abarca tanto como la atención al cambio, a la realidad como movilidad. La llave está en la conversión de la atención, pero este desvío requiere de un esfuerzo.



Y aparece la cuestión de la quietud, de percibir el tiempo de la quietud, que nunca es una quietud absoluta. En danza esto está muy claro, la quietud está llena de micromovimientos involuntarios, temblores, sensaciones, afectaciones de todo tipo. La memoria de los movimientos anteriores, los movimientos no ejecutados, los movimientos “olvidados” están ahí, reaparecen en la pausa. Y el ambiente, los aspectos no utilitarios de la vida, la vida de las cosas, de los cuerpos humanos y no humanos con los que estamos en contacto también se presentan. ¿Cómo se siente la quietud? ¿Cómo se siente la distancia física? ¿Qué sensaciones, recuerdos, sueños emergen? ¿Qué afectaciones que no aparecían antes o que no atendíamos? Un poco en el sentido de una terapéutica, de una práctica de sí, dejar venir lo que nos habita y que la demanda de productividad silencia una y otra vez. En este sentido, es un momento importante para atender el uso que hacemos de las herramientas cibernéticas, que tienden a descorporeizar, a imponer un régimen frontal y a abolir el pasado (vaciar la memoria), y volver la atención hacia la relación con el ambiente, practicar la mirada periférica y fortalecernos en las redes locales. Incluso atender la sensación de estar continuamente conectadas y los lapsos de desconexión. Y si ahora estamos volviendo a las actividades previas, ¿podemos sentir el movimiento del cambio, la repetición y la diferencia? Si, como dice Merleau-Ponty, pertenecemos a un mundo común porque somos cuerpo, ¿podemos mantener algo de la atención en la sensación corpórea, en cómo habitamos y cómo queremos habitar los espacios colectivos?







Otras entregas de la serie:

[Un cerebro en cubeta] En busca de la certeza perdida.

[Dos cerebros en cubetas] París sin flâneurs.




 



El texto recitado por Karen:




 



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