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  • Valentina Leoncini

Tantas veces mares


En el atelier todo parece tratarse del encuentro: la pieza y el accesorio, el cuerpo y la imaginación, la idea y la materialización. Ártico y Antártico. Duplas y duplas de encuentros coexisten en la misma búsqueda, la que viaja hacia adentro: ¿cómo y qué significamos cuando vestimos? Y lo que es aun mejor y tiene más sentido: ¿qué tantas posibilidades de historias nos permitimos ser?, ¿acaso no somos siempre una historia parecida? Y el ómnibus de un Montevideo invernal siempre vestido de abrigos verdes, azules y negros… La nostalgia de un mar donde habitan el sol, la niebla y los pequeños barcos blancos, cargados de otras historias, igual de nostálgicas y flotando.

Pero si seguimos la costa montevideana hacia Punta Gorda, donde hay más aves que barcos, entre las calles Mar Antártico y Mar Ártico, con sonido y aroma a mar, está sobre la colina de la Plaza Virgilio (a una escalera y dos cuadras de lo de Paul) la casa de Martha Toyos y María Emilia Hernández. Tantas veces mar es Mares Atelier, un proyecto de dos mujeres artesanas creadoras que fluye y se construye en el living del hogar: la madera brilla y recibe, las texturas y los cortes no son los habituales.

Arte en algunas paredes, y al fondo un espejo triple y un biombo en el que descansan accesorios muy particulares; también las prendas protagonizan un paisaje que no es ni jungla ni selva, sino el verde donde viven las hadas y existen especies que en la noche alumbran la oscuridad. Aleluya, otra vez magia.

No me animo a clasificar; sé más del impacto que de la obra, pero recuerdo haber visto kimonos auténticos de gala y chaquetas con corte recto y hombreras como en los años 20, encajes y coronas de bronce, princesas de los 60 y también de la era del casete. Un juego atemporal y arriesgado, pero con una curaduría que responde a una visión que entiende y viste en conjunto con el tiempo en que vivimos: la sustentabilidad, el amor propio y la vida creativa.

Mares Atelier trabaja con piezas propias y de diseñadores —Emilitoy, Nico Galván, Emi Gonçalves, Clari Aguayo, Anita Darracq y Fede Guinovart—, con los tocados y la joyería fina de Martha y con el estilismo de María Emilia. En el atelier suceden varios tipos de intercambio: venta, alquiler, asesoramiento, modificación, creación y resignificación. Té, café y algunas confesiones, depende de cómo fluya la cita con la clienta.

Martha Toyos es una ingeniera agrónoma que comenzó su carrera de joyería después de que sus hijos crecieron y la casa estaba en silencio. Luego estudió tocados y sus joyas florecieron formando entrelazados de bronce, perlas y piedras. En la naturaleza de la que hablo al principio de luces nocturnas dije “hadas”, porque juro haber visto, además de sedas y alas, coronas. También se pueden hacer a gusto y a medida de quien las desee.

Las coronas acompañan las prendas —acá vienen las alas, la seda y la elegancia— curadas por la diseñadora María Emilia, que si no cura crea, y que es la encargada de llevar la visión creativa de Mares Atelier, que no solo tiene que ver con el diseño de una línea de básicos de seda, sino también con la creación de piezas únicas y con el ojo en la restauración y resignificación de las prendas, es decir, de la transformación.

Esta inquietud tiene origen en las piezas de indumentaria —y las de otros diseñadores— generadas en su carrera de diseño de moda y en concursos, y guardadas luego en el placard. Entonces lo que sucede es valorar el flujo creativo de la etapa de estudiante, darle un significado diferente al hacer convivir la pieza con otras. Reutilizar, revalorar, restaurar, volver a, ser algo cíclico, vivir en ciclos y no tanto en la línea recta, donde todo termina y la pieza demora décadas en desvanecerse a nuestras espaldas. Mientras, el juego se vuelve más interesante: más desafíos porque se presentan más códigos de comunicación.

María Emilia: —Se trabaja muy fuerte el estilismo con las personas que vienen. Depende del cuerpo, de cómo suelen vestirse y de lo que traen como pertenencias propias o piezas que quieren usar, que no son de Mares. En la instancia de atelier no dictamos qué es lo que se tendría o debería poner la persona, porque eso sería disfrazarla, sino que la guiamos, el camino es de a dos. Se trata de ayudar a la clienta a que se identifique con una combinación de piezas, a que se encuentre. Mares despliega posibilidades trayendo al uso el desuso. Voy al atelier y cultivo mi imagen, investigo qué es lo que me gusta. Por eso es interesante que haya muchos diseñadores acá, para que no haya solo una historia.

Martha: —Muchas veces viene una clienta que te das cuenta de que tiene una idea en la cabeza pero no encuentra la forma de transmitirla. Entonces comienza un trabajo mutuo que es muy gratificante, porque además de hacerme feliz trabajar en algo que me gusta, estoy cumpliendo con los deseos de una mujer que llegó sin saber lo que quería y se va viéndose y sintiéndose diferente. Hoy en día no hay belleza convencional. Si hay algo que he aprendido, y de lo que hoy no tengo dudas, es que la belleza está en sentirse bien con uno mismo. Las mujeres cuando se sienten y se ven bien, cambian, es impresionante cómo cambian.

F: Chicho Leoncini

Una de las primeras veces que Martha y María Emilia trabajaron juntas fue cuando hicieron el disfraz de una fiesta de fin de año de Emilia: una rosa rosada, la del Principito, un diseño funcional con estructura de alambre hasta la mitad del pétalo, que permitía que este volara con el movimiento del rostro y que existiera la brisa, el cuerpo era el tallo y las manos, los pimpollos.

A esa experiencia le sigue un diciembre de mucha lluvia cuando Martha le propuso a María Emilia hacer el pesebre para Navidad desde cero, es decir, todas sus piezas con materiales que ya estaban rondando por el hogar. Después llegaron las fiestas, los cumpleaños de 15 y los casamientos; ninguna modista conseguía llegar exactamente a la idea que se instalaba en la imaginación de ellas, quizá uno o dos días antes de la fiesta. Entonces salía la máquina de dentro del placard y comenzaba una nueva historia. Martha y María Emilia son, además de socias, madre e hija.

Gracias Alfonsina Álvarez por dejarme observar tu visita.

 

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La nota recitada por Chicho:


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