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  • Gera Ferreira

El debut de una mirada


No todo el mundo sabe quién es Roberto Suárez (1970), actor y director teatral bastante conocido en el microclima under de la escena local y regional. Pero, ojo, que lo de no conocer no lo digo en una mala, al contrario. De hecho, yo lo conocí de casualidad allá por 2008 en el Coloquio Internacional de Teatro que organiza anualmente la Facultad de Humanidades. No recuerdo si él había ido a dar una charla sobre su reciente obra La estrategia del comediante o qué. Por los comentarios de entonces, tenerlo allí generaba bastante interés entre los asistentes. Ni siquiera el constante repiqueteo de las cucharitas en los vasos de espuma plast podía tapar el vigoroso murmullo que flotaba por el aire. Mientras lo veía exponer me puse a pensar: ¿quién pucha es este tipo de ojos saltones y con un estilo súper amigable al que la gente escucha con tanta atención? Bueno, como me perdí de ver esa obra por boludo, no pude responder empíricamente la pregunta sino hasta cuatro años después, gracias al estreno de Bienvenido a casa (2012) en La Gringa.

Algunos recién lo conocieron a partir de esa extraña obra: “Ah, sí, aquella que te hacían ir dos días”. Sí, mijo, esa. Si la viste es casi seguro que no te fue fácil olvidar al menos una de estas tres cosas: 1) el espacio teatral; 2) lo que ocurre el segundo día; 3) y el talento y capacidad lagrimal de Chiara Hourcade.

A partir de allí, me di cuenta de que Roberto Suárez tenía (y tiene) un sello propio a la hora de llevar a cabo sus proyectos y una metodología de trabajo muy particular, que también comentan quienes han formado equipos con él. El hombre, cosa muy rara en el rubro, se toma su tiempo de verdad. Entonces, cuando el otro día me preguntaron si iba a ver “la nueva” de Roberto Suárez, dije que obvio y pregunté en qué teatro iba. No, Gera, teatro no, es su ópera prima en cine, me dijeron. A la mierda.

Así que el jueves 18 de octubre me mandé a la Sala Zitarrosa, donde se realizó la tan esperada proyección de Ojos de madera, un thriller psicológico intenso filmado en Montevideo y ambientado a principios de los años 50 en una ciudad solitaria y decadente. En realidad, fue su preestreno, ya que el estreno oficial es hoy, jueves 26 de octubre, por lo que no puedo ni quiero ni debo hablar demasiado de la peli en cuestión. Lo que sí voy a contar es más o menos de qué va y a comentar algunas impresiones con los debidos recaudos.

Cuando dije “la tan esperada proyección” no exagero. Ojos de madera arrastra unos diez años de recorrido y hechura hasta llegar a la pantalla y su germen se rastrea en un cuento que el director comenzó a prefigurar a los 24 años, según él mismo declaró en una reciente entrevista. La historia gira alrededor del pequeño Víctor (Pedro Cruz), un niño de 11 años con ojos profundos y transparentes como los de un estanque. Pero son los ojos de un niño perturbado que ha sufrido una terrible pérdida, la de sus padres, en una especie de accidente automovilístico ante las vías de un tren y del cual fue el único sobreviviente. Víctor es adoptado por sus tíos (César Troncoso y Florencia Zabaleta), una pareja con infertilidad que enfrenta otro tipo de problemas debido a esto, problemas no menos turbios de los que presenta el niño, a quien las pesadillas y las visiones oníricas lo persiguen muy de cerca.

La cinta, de muy corta duración y filmada en el atractivo tono de blanco y negro, cuenta con una fotografía notable, capaz de captar la atmósfera ominosa y conspirativa que acompañará al espectador durante todo el transcurso, mientras realidad y fantasía se funden y confunden, casi siempre focalizadas desde la perspectiva de Víctor. Algunos pasajes remiten a procedimientos estéticos provenientes del film noir y se hace presente un tipo de horror estilizado muy particular, bien al estilo de El bebé de Rosemary (1968), de Roman Polanski, en la que el zoom en los gestos y los primeros planos expresivos cobran un sentido mayor en la medida en que muchas veces son llamados a reemplazar las palabras.

La visiones traumáticas que acosan a Víctor son incomprendidas por el mundo de los adultos y de esa dialéctica infructífera no se puede esperar otra cosa que no sea la tragedia para alguno de los participantes. La peripecia de ese triángulo disfuncional es acompañada por otros personajes “menores”, los vecinos del edificio y aledaños que interactúan de manera extraña y sospechosa, expandiendo aun más los límites del miedo.

La película tiene una estructura muy teatral, ya que se divide en actos que son introducidos por placas (a la vieja usanza del cine mudo), a modo de interludes, para que haya cierta respiración entre los bloques narrativos. Este recurso, se me ocurre, también busca exaltar y afianzar la singularidad de cada tramo dentro del conjunto de la cinta. Escuchando las palabras del director cuando se refiere a esa mixtura teatral-cinematográfica con la que experimenta, me quedé pensando en algo que dijo: “El teatro es un artificio y el cine es un arte, y el arte está mucho más relacionado a la muerte, desde un lugar más profundo, desde lo estático. El cine, desde algún lugar, es la muerte”. Entendí perfecto el trasfondo de estas palabras cuando vi aparecer en la pantalla a la recordada Elena Zuasti (1935-2011) actuando como parte de esa realidad espectral. En ese momento, el horror, la ficción, la inmortalidad y el arte fueron una misma cosa. Y solo el cine es capaz de fijar y luego evocar ante nosotros con increíble fuerza emotiva esa triste y hermosa realidad.

Sobre Ojos de madera (Uruguay, 2017)

Dirección: Roberto Suárez, Germán Tejeira

Guion: Roberto Suárez, Germán Tejeira

Fotografía: Arauco Hernández

Dirección de arte y vestuario: Paula Villalba

Escenografía: Francisco Garay

Protagonistas: César Troncoso, Florencia Zabaleta y Pedro Cruz

Estudio: Lavoragine Films

Estreno hoy 26 de octubre en Sala B del Auditorio Nelly Goitiño a las 18.50. Sigue hoy a las 21.45, mañana, sábado y domingo, mismos horarios.

 

La nota recitada por Gera:


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