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  • Jorge Fierro

Perderse en un festival que no te querés perder


Has de mirar lo valioso, reza el mandamiento. Pero la santísima trinidad de los imperativos actuales es otra: “No perderás el tiempo, has de racionalizar y serás eficiente”. Cada vez hay más películas y menos horas disponibles. Entonces, Dios del Séptimo Arte: ¿qué es lo valioso?, ¿cómo podemos saber, a priori, qué es lo que vale la pena?

El cine está lleno de estrategias para darles valor agregado a sus películas: el nombre del director, los actores, los premios en festivales internacionales, las recomendaciones de la crítica, el lugar en los rankings o listas de las mejores películas, desde IMDB hasta They Shoot Pictures. Todo funciona como mapas para guiarnos en el contaminado mar de películas disponibles, cosa de poder elegir el agua que hemos de beber.

El Festival de Cinemateca parece plantear un problema similar, e incluso, profundizar el drama de la elección. Son casi 200 películas en 10 días, y para empeorar las cosas, son contadas las que llegan con valor agregado evidente, es decir, con nombres, premios, recomendaciones. Se trata, se ve, de un cine muy nuevo, y la prioridad está puesta en el descubrimiento más que en la repetición de lo ya descubierto por otros. El problema es, entonces, mera apariencia: en este festival no hay que buscar guía alguna, hay que perderse.

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Hace poco viví una situación que podría contarse como un chiste. Hay un argentino y un brasilero discutiendo, y un uruguayo escuchando. El brasilero dice que el mejor cine del mundo se produce en Brasil. Para Juan, el argentino, es inaceptable: la mejor película del mundo es argentina, Zama, dice, de Lucrecia Martel. Entonces el brasilero contesta que Branco sai, petro fica, de Adirley Queirós, es mucho mejor que Zama. El chiste no tiene remate ni es gracioso, pero quizás aporte algo. El uruguayo vio Zama en una sala de Cinemateca que está metida adentro de una Lucrecia Martel hecha de pintura; y un tiempo después, preparando esta nota, descubre que Branco sai, petro fica fue proyectada en el Festival de Cinemateca de 2015. Moraleja: el mejor cine del mundo se proyecta en Cinemateca. (De paso, en esta edición, la 36a del festival, habrá un focus Brasil con 12 películas del vecino país, entre ellas la ultima de Adirley Queirós. Punto para Elder, el amigo brasilero).

Al repasar las programaciones de años anteriores se producen dos tipos de expresiones mentales: 1- “¿Cómo carajo me perdí esta película, la puta madre?” (ejemplos: Branco sai..., La región salvaje, de Amat Escalante, Cuatreros, de Albertina Carri), y 2- “Puf, qué peliculón, la puta madre” (Into Eternity, Taxi Teheran, La academia de las musas, Dulzura americana, La jaula del oro, La utilidad de un revistero). El festival pasa películas que al año aparecen en las listas de Taste of Cinema o Indiwire, y películas que, si no figuran en esas listas, deberían. Quizás sea difícil entender que no todos los países del mundo tienen el lujo de contar con una cinemateca como la nuestra, institución que, al decir de su directora, María José Santacreu, no sólo pasa ciclos de cine antiguo sino que toma una posición en relación al cine contemporáneo.

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La pobreza es inversamente proporcional a la fe. La fe es irracional y es cierto que basta tenerla para llegar a la salvación. Pero hay que trabajarla.

Cuando entro a las oficinas de Cinemateca, encuentro a siete mujeres sacando adelante esta fábrica de ilusiones.

—Yo me pongo nerviosa cuando presento una película, me sudan las manos —se excusa Alejandra Frechero, encargada del área de gestión y programación, y compañera de Sotobosque.

Cinemateca pasa ciclos

de cine antiguo y además

toma una posición respecto

del cine contemporáneo

Este lugar parece la redacción de un diario cubriendo un drama político a contrarreloj, o lo que las películas sobre las redacciones de diarios me han mostrado. Llamadas a embajadas, un mail leído en perfecto inglés, un mate para las que están con principios de gripe y otro para el resto, un correo leído en fino francés, con un abajo firmante ilustre: nada más y nada menos que Xavier Dolan. ¿Otros nombres de fantasía con los que se comunican las chicas de Cinemateca? Luc y Jean-Pierre Dardenne, Konstantinos Costa Gavras. Entre paréntesis, Las chicas de Cinemateca podría ser una gran serie.

El problema del día son las habitaciones de hotel para los directores invitados: faltan. Porque el principal problema de este festival es la falta, de recursos, claro.

—Ella viene de un festival [de Biarritz] —dice Alejandra Trelles señalando a Valentina Otormín— que tiene mucho presupuesto, pero igual se quejan de que es poco. Ahora está entendiendo lo que es de verdad tener poco presupuesto. No debe haber otro festival más pobre que este; hay uno en Cuba que se llama Festival de Cine Pobre, pero tiene tremendo presupuesto.

¿En qué se traduce la falta de dinero?

—Te limita a la hora de traer películas que están re buenas —contesta Valentina—. Porque no les podemos pagar los fee o los derechos de difusión. Y lo mismo para poder invitar a todos los directores. Se nos escaparon películas porque el formato DCP [Digital Cinema Package] es la norma.

—El DCP no mejora la calidad de imagen —agrega Alejandra—. Podemos traerlas y transformarlas, pero lamentablemente perdemos los subtítulos porque vienen encriptadas. Igual tampoco es que perdimos tantas. El año que viene en las salas nuevas vamos a tener todos los formatos. Pero el tema es que nos ahorramos bastante dinero, porque las películas en DCP tienen el fee muy alto, transporte por Fedex, aduana y retención de aduana, que es automática.

De tener todo el dinero del mundo el festival mantendría sus criterios estéticos pero crecería en volumen, me cuentan. En vez de 200 películas pasarían 500 —“solo tenemos nueve salas”—, y habría mucha más inversión en difusión, que permitiría pasar de 20.000 espectadores a 50.000. Mientras tanto, el festival se hace con mucha dedicación y trabajo, creatividad e ingenio.

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Copyright Agnès Varda-JR-Ciné-Tamaris, Social Animals 2016

En 24 ilusiones por segundo, libro de Carlos María Domínguez que relata la historia de Cinemateca, se habla de la épica de esta institución, de cómo convivió con todas las crisis. En referencia al festival de 2001, se incluyen las siguientes palabras de Manuel Martínez Carril: “Demostramos que en un mes somos capaces de armar un casi mega-Festival, es cierto. En este punto, creo que deben señalarse algunos elementos nuevos: por una parte la brutal eficacia de María José Santacreu en el seguimiento ordenado de gestiones y transportes, mail, fax, teléfono, y luego en el subtitulaje electrónico y previa traducción de varias decenas de películas largas y cortas. Y por otra parte el empeño y la eficacia vendedora y compradora de Daniela Cardarello con sponsors, canjes, logística de hoteles, etc”.

¿Cómo podemos ver el empeño y la eficacia brutal en imágenes?, podría preguntarse un/a cineasta. Pongamos que el personaje es María José Santacreu y su objetivo es ponerle subtítulos al cortometraje documental The Song of Ceylon (Basil Wright, 1934). Las peripecias: la película viene sin subtítulo alguno, hay que traducir del audio, pero se escucha bastante mal. El personaje investiga y descubre que está basada en un libro de un viajero del siglo XVIII, lo busca, lo descarga y coteja lo poco que entiende del audio con el texto escrito. Va identificando las partes y a última hora logra terminar la traducción. Sale corriendo hacia Cinemateca, no encuentra ómnibus. Busca un taxi pero no pasa ninguno. Se entera de que hay paro de transporte. Va caminando, apurada. Llega y deja la película. En la sala hay ocho personas, dos van a abandonar durante la proyección.

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“Cuando en 1982 Manuel Martínez Carril decide crear el Festival Internacional de Cine del Uruguay había muchas razones para hacerlo. Cinematográficas, claro, en un país con un circuito de exhibición oligopólico, donde una gran cantidad del cine del mundo no tenía cabida. Político, por supuesto, en un país en dictadura, sumido en una feroz represión y donde los espacios de libertad habían sido suprimidos. Mucho ha cambiado la situación política de nuestro país y, sin embargo, las razones, también políticas, para sostener el Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay, siguen en vigor. Porque las libertades recuperadas no fueron suficientes para garantizar que la libertad de acceso a un cine diverso, inquieto, innovador, de valores éticos y estéticos, esté dada por descontada. Hoy las carteleras de estreno de Montevideo muestran una homogeneidad pasmosa y el predominio no solo de un cine hegemónico sino el triunfo prácticamente absoluto de una idea de lo que es el cine. Esa ‘idea del cine’ se ha metido, además, en los hogares de las personas, y la facilidad de acceso y la oferta en apariencia ilimitada enmascaran una uniformidad lamentable y empobrecedora. Hoy, que podemos ver más, vemos más de lo mismo. Ahora que podemos ver más fácilmente nos hemos quedado sin herramientas y, por qué no, sin libertad para elegir”.

Son palabras que figuraban en el editorial del festival de 2015.

—Siempre digo que Manuel la tenía súper fácil —dice María José—. En dictadura arriesgabas la vida. Ahora tenés que luchar contra la indiferencia, que para mí es peor. Manuel tenía 18.000 personas atrás, un montón de gente apoyando: hay una épica. Supongo que él se levantaba todos los días y sabía perfectamente, tenía adrenalina, razones muy fuertes para seguir adelante. Para nosotros, es todo lo contrario, es como el desierto. Estás haciendo algo que sabés que ya a poca gente le interesa. Es más difícil encontrar la fuerza. A veces la fuerza es que salís de la sala y hay tres bicicletas, es decir, hay tres personas que tienen 20 años y están en la película.

—Es más necesario hacer un festival ahora que antes —agrega Alejandra—. Los festivales lo que hacen es mostrar lo que está escondiendo el mercado. La gente va al cine comercial, pero ¿por qué? Porque hay montañas de millones de dolares en publicidad y en promoción de esas películas, y es lo que se les ocurre que hay que ver.

—Si vos dijeras que la gente baja de internet la película del oscuro director de la nueva ola japonesa, pero no, la gente no baja eso, baja Pantera negra. Entonces la tarea de Cinemateca sigue siendo la misma: mirá que hay cosas que están buenísimas que no tienen nada que ver con aquello. Por eso es más relevante tu función ahora que en la dictadura. Sí, ahí era un espacio de resistencia único, que se mantuvo abierto a capa y espada gracias a la picardía, inteligencia y tesón de Manuel, pero había un soporte. Ahora falta ese soporte, y hay que crearlo. De repente era mucho más gratificante estar al frente de la cinemateca en aquella época —remata Santacreu.

Las razones para sostener el Festival siguen en vigor. Porque las libertades recuperadas no fueron suficientes para garantizar que el acceso a un cine diverso, inquieto, innovador, de valores éticos y estéticos, esté dado por descontado

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Los festivales no son inocentes, hablan de nuestro mundo y se posicionan en relación a este. Así lo manifestaban en el editorial de otro festival de Cinemateca, años atrás. Algunas posturas parecen ser más evidentes, como cuando estuvo el ciclo denominado “Cuando bajar es retroceder”, en el contexto del plebiscito por la baja de la edad de imputabilidad, o el referido a la megaminería. Pero en esta ocasión, ¿qué nos dice el festival de nuestra sociedad?

Podría responderse esta pregunta observando las temáticas de la competencia de cine y derechos humanos: desde el drama de los refugiados en la noruega 69 Minutes of 86 Days hasta la ultima de Pino Solanas, Viaje a los pueblos fumigados; pero esa es la respuesta fácil, la evidente. Más interesante es observar que hay secciones que ya no están. “Urgay”, que versaba sobre cine y diversidad sexual, o “Una habitación propia”, de cine dirigido por mujeres. ¿Es que no se verán películas con temáticas LGTB o dirigidas por mujeres? No, es que ya no parece ser necesario una sección aparte, la integración está dada de hecho. Ese tipo de decisiones en Cinemateca se toman todo el tiempo.

—Cuando pusimos a Lucrecia Martel en el mural mucha gente cantó: “Ah, es por cuota de género”. Y no fue así. Pero ponele que lo fuera, ¿no te parece que el canon del cine mundial hubiera sido distinto en una sociedad igualitaria, que capaz que no eran tres hombres y una mujer, y quizás era al revés o más mezclado? —dice Santacreu.

—Nosotras tratamos de que se promueva el debate en torno a ciertos temas —agrega Alejandra.

—Hay veces que se toman posiciones políticas, pero no político partidarias —sigue María José—. Creemos que Cinemateca tiene que tomar una decisión clara en torno a lo derechos humanos, por ejemplo. No somos inocentes, el día que seamos inocentes mátennos.

Los problemas del mundo que el festival va a abordar son muchos, son graves, y por momentos, son apocalípticos. Vivimos tiempos bravos, y eso se traduce en un creciente fanatismo religioso o en un profundo escepticismo político. El desierto del que hablaba Santacreu se ensancha, todo parece volverse intemperie. Es claro que la consigna publicitaria del festival, jugando con la fe y lo religioso en los templos del cine, es solamente un gancho marketinero. Pero hay algo de la comparación que parece acertado. Cinemateca es un festival constante, proyecta 40 películas cada diez días, siempre. Para muchos de nosotros es un manantial productor de sentidos.

Películas como Visages, villages (Caras y lugares), de la veterana híper joven Agnés Varda y el fotógrafo misterioso a la Godard, JR —que dará inicio a la festividad—, nos devuelven un espejo de la sociedad diferente, porque la mirada es otra. Los directores atraviesan distintos rincones de Francia, para charlar con personas comunes y corrientes, sacarles fotos que luego convierten en murales gigantes, modificando el entorno. La película habla de la memoria, de lo efímero del arte, pero rodea la pérdida de afecto y optimismo, celebrando la vida y el encuentro con otros. Me gusta pensar que si la cinemateca uruguaya fuera una mujer, sería la abuela Agnés Varda. Qué bien se siente tenerla cerquita, ir a visitarla seguido, escuchar sus cuentos y probar sus delicias.

El Festival de Cinemateca va del jueves 29 de marzo (mañana) al sábado 7 de abril. El catálogo de puede consultar aquí.

 

La nota recitada por Jorgito:


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