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A veces abierto

Visita clandestina a la casa-taller de Carla Torres Berto


Manu







No hay acción, no hay encuentro con el medio, las calles están vacías, las personas están agazapadas detrás de las puertas y ventanas, absorbiendo el único hilo de luz que se cuela entre una grieta, una persiana o la mirilla de la puerta. Es la pandemia, el apocalipsis.



A las dos de la madrugada se escuchan los gritos de los desesperados batiéndose a duelo con sus demonios imaginarios pero que son reales, más que cualquier otro. La arquitectura de las calles y los comercios inútiles, lo mismo el transporte público, que continúa pasando a cada hora durante la noche, como el alma en pena de aquella civilización que apenas recordamos, que algunos incluso deciden olvidar.



¿No fue esto lo que le pedimos al tramposo genio de la lámpara, que se detenga el tiempo? ¿Estoy atrasada? ¡Que se detenga el tiempo! ¡Estoy atrasada!



Llego y me siento en el cordón de la vereda de la calle Piedras a esperar a Carla. La cortina de metal está baja, al parecer fue al súper, ya estará por volver del mandado. Pasan cinco minutos y aparece doblando la esquina en bici con una mochila grande y negra.



Fui al que quedaba un poquito más lejos, por eso demoré. No llevé tapabocas, me tuve que subir la remera así muestra—, y encima el guardia me andaba persiguiendo para ver que no se me bajara, ¡qué le pasa! cuenta riendo.



Levanta la cortina de metal, que hace ese sonido característico de las cortinas de metal. Quedan al descubierto las ventanas y puerta de vidrio donde escribió hace un tiempo “Estudio Macabra. A veces abierto”.



Pasamos. Desfilamos por una habitación alargada. A la derecha, un perchero con remeras etiquetadas “Macabra”, con diseños serigrafiados artesanalmente: un auto de policía en llamas, una rata gigante, un tigre dorado, serpientes, más llamas; una repisa con tintas de varios colores, pinceles, pinceletas, herramientas, juguetes, fanzines, pegotines. En el medio, una tabla grande con caballetes debajo, en el medio del medio, un jarrón con rosas rosadas de tallo largo que parecen recién cortadas. En las paredes, grabados y más grabados, blancos y negros y a mucho color, ilustraciones, libros en una biblioteca. Un sillón de dos o tres cuerpos, un espejo alto con bordes blancos como la pared, una alfombra peludita, un torso de maniquí con cabeza de gorila. Al fondo a la derecha, el baño, nos lavamos las manos. Subimos una escalera a la izquierda y nos sentamos, exhalamos.



Ya nos conocemos, no necesitamos introducción.







Estoy habitando de a pedazos la casa, como para sentir que voy a lugares diferentes. Hay días que paso acá arriba, estuve abajo toda la semana pasada cuenta—. Mate no, por lo del coronavirus, ¿vio? ¿Té? me ofrece.



Nos tomamos un té en su taller, en su casa, que es la misma cosa. Hacía un rato había llegado de Libertad. Conversamos sobre los plantines que se trajo de la casa de su mamá en el Copsa y lo complejo de la hazaña. Contaba que subió con tapabocas, pero no había nadie en el bus de quien temer contagio.



Estuve hasta ahora transplantándolos. Esta no creo que sobreviva lamenta señalando una tuna.



Carla es una artista de las que pululan por el bajo de Ciudad Vieja. Charlamos sobre los sueños, sobre el sentido y sinsentido del ser artista en este mundo embarullado, del mundo de los museos (que no nos interesa), de las proyecciones, de los proyectos personales, de las formas de hacer, del crear en este momento en el que los temas que se exponen son siempre los temas de moda, la moda social, la moda del arte, del creerse artistas superhéroes/superheroínas cuando no hay nada que salvar, ni futuro más real que el presente. Las preocupaciones, las contradicciones de terminar una carrera en la que lo único que nos corre es el tiempo y la necesidad de rellenar el currículum vitae con papelitos y actividades y escritos, más o menos académicos, para llegar a la “meta” que nos ponen como zanahoria agarrada con piolita a un palo. Objetivos de este sistema capitalista de consumo y la autopresión que nos genera habitarlo.



Ayer soñé que volaba, por primera vez en mi vida, fue hermoso me cuenta.







No nos vemos desde antes que llegara el coronavirus, la pandemia, la cuarentena, por lo que la conversación sigue por ahí, el encierro, la situación laboral en decadencia, la productividad exacerbada, la solidaridad y las ollas populares, las fiestas en vivo de instagram, les amigues que no vemos, el miedo, el contagio, teorías conspiranoicas, la Sopa de Wuhan y el colectivo Chuang, la facultad, las videollamadas y clases virtuales, zoom, jitsi, los 5 megas gratis que regaló Antel y las ofertas para que sigas pagando por teletrabajar, el aceleracionismo, el tiempo.



Con mi madre hablábamos de la recuperación del tiempo. Antes siempre había tiempo para hacer cosas, como cocinar, se le dedicaba realmente el tiempo al hacer: buscar la receta de lo que querías, y a todo le dabas el tiempo necesario para hacerse. Luego, todo fue transformándose en un tiempo desenfrenado, en el que nada se hace con total dedicación porque la mente siempre está en la acción próxima, en todo aquello perpetuamente pendiente. Un deber ser que hostiga cada instante del tiempo cotidiano reflexiona.



Intercambiamos puntos de vista sobre nuestras sombras, nuestros monstruos, los egos, el crear individual, el crear colectivo, la incidencia o no en el medio social, cultural y político. Coincidimos en que somos una parte, y nada más, sin misterio ni mérito alguno de habitar esta sociedad, este mundo. Al final, termino por entender su idea y compartirla, de que no venimos a salvar a nadie, de que no tenemos nada de especial, de que no vamos a vivir de vender “obras de arte”. Sin embargo, ella confía en que sí podemos vivir del arte, vivir de forma creativa, vivir creando, que es lo que naturalmente le sale.



En definitiva, estamos en Uruguay, creo que vivir de forma creativa es un acto de supervivencia.







En un respiro de la conversación se dirige a su cuarto, trae un cuaderno donde apuntó algunos párrafos en torno al proyecto que se encuentra realizando. Me lee unos fragmentos:



Este nuevo escenario pandémico nos interpela en muchos aspectos e inevitablemente nos hace reflexionar: cuerpos, posturas, vínculo social, encierro, espacio, tiempo, la ciudad fútil, el miedo que agazapa y condena al confinamiento. Ya no hay un monstruo con cara de malo, el enemigo es invisible, el miedo se multiplica, se expande y se contagia, este es el coro, la orquesta del terror. Así, agazapados en la oscuridad de nuestros cubículos, viviendo realidades virtuales en 2d, saliendo a la calle ocultando nuestros rostros, idealizando a aquellos seres que alguna vez fuimos; nos vamos convirtiendo sin darnos cuenta en esos monstruos que tanto temimos.



Humane monstre le puso Carla a su proyecto a escondidas —, dice, porque todxs tenemos monstruos, y ella los oye desde su ventana.







Sus dibujos me dan siempre la sensación de haber salido de las entrañas, porque hablan de y desde su interior. Nos cuestionamos mientras terminamos el té si es posible hacer eco de la monstruosidad de una sociedad. Si es posible amplificar al colectivo las sensaciones personales. Si es esa una de las características de expresarse en lenguaje artístico.



Estuve buscando la etimología de monstruo, y quiere decir algo así como expresar la voluntad de los dioses, otra de sus raíces tiene que ver con la palabra demostrar. ¿Entendés? Lo encontré leyendo un libro de Donna Haraway que se llama Ciencia, cyborgs y mujeres, que ¿podrás creer que habla sobre la monstruosidad? Parece joda se sorprende.



Me cuenta que le interesa investigar sobre las diferentes posturas que encierra la pandemia, con el fin de construir un retrato contemporáneo que reúna al panorama social y político actuales.



Cuando digo postura me refiero a la posición que adopta un cuerpo humano en torno a una acción, producto de hábitos, o lo que se piense como no-acción, siendo ambas, a mi entender, posturas políticas  argumenta decidida. Lo que construimos en el lenguaje artístico es una representación de lo que atraviesa la experiencia que habita en un contexto, no es posible separarlo de eso. Mi idea con esto es amplificar el grito, de alguna forma describir o retratar el momento. El resultado, la obra, no me pertenece, no intenta mostrar algo de mí, es un registro del momento producido por alguien, en este caso, yo  comenta, en relación a la autoría del proyecto.



Producir una imagen que está en mi imaginario, con características probablemente humanas, porque es lo que generalmente me sale, tiene que ver conmigo y con un montón de gente. Es un retrato del momento, un retrato social. Observo, me asusto de lo ajeno y después me doy cuenta de que soy parte de todo eso. Me observo en lo ajeno, aunque no haga las mismas cosas, soy parte de todo. En la postura, la imagen se hace voz desde un lugar que no se piensa, el cuerpo habla, se manifiesta por el costado del pensamiento. Tu cuerpo se está manifestando aunque estés en la computadora. Lo que escribís no es todo lo que decís. Doscientos cuerpos frente a una computadora son un escenario, veinte cuerpos en la calle, haciendo fila esperando una canasta, cuerpos cruzados de brazos, arrodillados, son escenarios que dicen, que hacen. Los cuerpos y sus conformaciones, transformados por el momento. Quiero encontrar el medio que haga posible la unidad —reflexiona indignada y entusiasmada.


Nos tomamos otro té, seguimos conversando. Me regala unas ramitas para hacer plantines. Bajamos la escalera, tomamos una lata de cerveza, seguimos conversando, de cosas igual de interesantes, que no vienen ya al caso. Me fumo un tabaco antes de partir.



—¡Mandame tu foto! me grita cuando nos despedimos.





 

¿Todavía hay ganas de que ese cuerpo se manifieste? ¿Sentís que nadie te ve, que hemos sido invisibilizadxs? Ya no hay que ser en respuesta a otrxs, estamos solxs. Tu mensaje es anónimo. 



¿Cómo nos junta lo que nos separa? ¿Cuál es la postura del miedo? ¿Cómo se siente tu cuerpo hoy? ¿Cómo grita tu cuerpo? ¿Cómo te parás ahora? ¿Cuál es tu postura frente a la pandemia? ¿Cómo es tu cuerpo encerrado?



El proyecto de Carla necesita que te respondas esas preguntas, te imagines u observes la postura que caracteriza tu estado frente a esta pandemia, la fotografíes y se la envíes a [email protected].







 


El texto recitado por Manu:


 





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