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Tigre: Investigando la primera línea del perreo

Mariana Catalina Iris




“Tigre es la pista y la fiesta como un lugar de construcción de espacios y subjetividades vinculares. Es la pista como un lugar de liberación social y manifestación de pensamientos y posiciones políticas. Tigre sucede independientemente a mi presencia, ‘yo no soy fundamental para que esto acontezca’. Es una poesía sobre la pista de baile, plantea la fiesta como un lugar previamente pensado, planeado y diseñado como un sistema contemporáneo que, mientras sucede, se roza, se fricciona, se llena, se corre, se rompe”.

-Proyecto Tigre




Foto: Soledad Pittier




Son las 22.15 de un miércoles de invierno en época de aislamiento voluntario. El lugar de encuentro es un conocido bar de la Ciudad Vieja. Apenas cruzo la puerta, me voltea el olor a humedad que, junto con el frío de fines de junio, le dan la señal a mi cuerpo de contraerse. Soy la primera en llegar. Une a une van entrando al antro los integrantes del proyecto Tigre. Luna Anaís llega llena de energía y alegría a pesar del frío y de la humedad, todo muy Luna. Junto con ella, llegan Milena Mariño y Candelaria Fernández con ganas de poner el cuerpo. Más tarde, Rodolfo Opazo, Santiago Turenne, Rasenk, Franco Bechi, Ramón Novoa y Facu Mercadal, más que prontes para darlo todo.


Después de los abrazos de reencuentro, bajamos al sótano del bar. La pista de cemento está deseosa de danzas y los cuerpos también. Rasenk y Bechi arman su altar musical, se conectan decenas de cables y se despeja el espacio para arrancar. Estamos prontos. Junto con el primer beat los cuerpos empiezan a articularse, a aceitarse, a calentarse, para sostener lo que se viene. Luna agarra el micro y sin muchas palabras da inicio a la práctica que todes conocen bien: bailar la pista. Se apaga la luz y se prenden tiras de luces led de colores. Rasenk y Bechi suben el volumen, soltando una música que atraviesa hegemonías, preconceptos y miedos. Este encuentro es amor.



Poco a poco, los cuerpos empiezan a vibrar, a rebotar, a perrear. Manteniendo siempre el rebote, se vuelven porosos, y se conectan con su deseo, percibiendo el deseo del otre, de todes como grupo. Esta es una danza de contagio y de exorcismo. Se desjerarquiza la vertical, los cuerpos recorren y se adaptan a otras alturas, bajan el centro. Es una danza de tierra, una danza raíz. Rasenk y Bechi jaquean su propio beat retroalimentándose de lo que sucede en la pista. Es un diálogo entre cuerpos y sonido. Los cuerpos pasan de un perreo chiquito a un perreo intenso, entrelazándose entre sí, armando una red de sostén. Por momentos, todos los cuerpos son uno. Muslo con cara, mano con pecho, antebrazo con cadera. Unes se apoyan, otres sostienen, intercambiándose los roles permanentemente: recibo y doy peso, mientras sostengo el estado. La potencia de un cuerpo se expande hacia otro reciclando los agotamientos por nuevas energías. Estos cuerpos sudan, sienten, se babean, se tocan, se erotizan, resisten el momento histórico y se rebelan.



Tigre es un proyecto en constante movimiento, en constante composición; es maleable y permeable, es disidencia y resistencia, es soporte, es red de contención. Tigre emerge en la fiesta y la toma como espacio de resistencia.




Foto: Martina Uranga




Es una pregunta en torno a la pista que se manifiesta en diversos soportes; puede aparecer en la marcha por la diversidad de 2019, preformado arriba de un camión como en un videoclip que convide al amor, o en un escenario en formato de pieza escénica, como sucedió el mismo año en el ciclo Solos al mediodía en la sala Delmira Agustini del Teatro Solís.



Los movimientos sociopolíticos extremistas de la actualidad, la derecha, el fascismo, la represión y el miedo al otre prepararon el terreno para que afloraran distintas expresiones de resistencia en la escena local, entre otras, la fiesta. La fiesta es un espacio de fuga, un lugar de encuentro con les otres, un lugar en donde no está prohibido respirar. Como Tigre, múltiples investigaciones en Uruguay y en la región se mueven bajo la premisa de “la pista” en estos tiempos tan distópicos. Desde 2017, en Montevideo se encuentran activos diversos colectivos que, de alguna manera, se vinculan con “la fiesta”, materializándose en diferentes deseos y formatos; el colectivo BSLMC, la fiesta Jadeo, Fancy Latin, Bombeo, entre otras. En Buenos Aires, se encuentra activo desde 2016 el colectivo ORGIE, con su proyecto más reciente: Entrenar la fiesta. Silvio Lang, uno de sus integrantes, escribe para la revista Lobo Suelto (en Cerebros en cubetas Jorgito Fierro analiza algunos textos de esta revista):



“La fiesta luego de las liberaciones e imaginaciones sexuales-políticas y las revoluciones sociales del siglo XX se trata de otra cosa. De una fábrica de sensaciones colectivas. De tráfico de sudores, de posibilidades de extender partes del cuerpo en otros fragmentos de cuerpos; de abrir, desplazar y desenrollar y maquinar un uso del espacio juntos; de experimentar la carne, los tejidos, la piel, sin significante familiar represivo; de descubrir y probar una manera de mover algo que no te imaginabas; de agotar la danza, reciclar y seguir un poco más con la fuerza que te dan les otres; de erotizarse con cualquier género y clase social sin imagen visual previa, con un ritmo, con una manera de tocar, con varios engarces; de devenir masa física y ritmo”.



La fiesta es, también, una lucha política. El baile, una forma de disidencia y resistencia en estos momentos turbios. Escaparle al binarismo, romper el límite de los cuerpos construyendo colectivamente un cuerpo común, compartiendo saberes-sentires de diferentes contextos sociales y universos artísticos. La pista desjerarquiza el contacto, invitando a otros diálogos posibles entre los presentes. No hay expectativas, no hay formas prehechas, no hay error; se abraza lo corrido, lo incompleto, la no certeza. Según la filósofa argentina Marie Bardet:



“Rajar del imperativo de bailar bien, de la legislación sobre los deseos y los cuerpos correctos, y tejer a la vez un espacio cuidado. En los últimos años, se multiplicaron esas fiestas que se piensan a sí mismas desde, digamos, diferentes prácticas políticas de lo cuir, lésbico, puto, disidencia sexual, marica, trans o no binarie, o bien como cada quien decide llamar el espacio que habita”.




Foto: Antonella Moltini




Para conocer más en profundidad el universo por el que están navegando, le hice algunas preguntas al colectivo:



¿Cómo se alimenta el colectivo de las individualidades y de las distintas informaciones y deseos dentro de lo artístico-político-social?

Creo que hay una construcción en lo que hoy somos a partir de la intuición colaborativa de lo que nos constituye. Nos conformamos en torno a algo que atraviesa nuestras individualidades, y el trabajo es ese también. Compartir nuestros deseos físicos, artísticos y políticos respecto del arte y nuestro rol y posibilidades dentro del mundo.



¿Qué estados recorre el cuerpo dentro del espacio-tiempo de la pista? ¿Qué relaciones emergen de ese encuentro? ¿Cómo se transforma el cuerpo colectivo?

Esas diríamos que son las preguntas que nos orientan hoy en nuestra investigación y seguimos escarbando en esos universos. Juntas.



¿Cómo aparece expresado el interés por la materia en la investigación? ¿De qué forma se relaciona con el estudio de “la pista”?

Me parece que la idea de la materia viene de que Tigre puede ser varias cosas y estar en varios soportes. Puede ser una práctica que hable de cómo nos relacionamos en la pista, puede ser una ilustración, puede ser cuerpos sobre un camión en la marcha por la diversidad o puede ser una instalación gigante de bolsas que se inflan. Nos convoca una pregunta que bordea y se atraviesa por la pista y todas sus capas, preguntas, políticas, que se desprenden del estudio de una práctica social, como es ir a una fiesta.

La materia concreta de las bolsas de plástico negras aparece en 2019 en la pieza que hicimos para Solos al mediodía, en la búsqueda de un material que trasladara la poética de los cuerpos después de la fiesta. Me acuerdo que con Cande y Santi estábamos hablando de cómo parece que nuestros cuerpos, al salir del sótano de Barra 7 en una Jadeo, están en un estado de alta sensibilidad y porosidad, como si realmente los lugares que alcanzamos te abrieran y alteraran la percepción. Y el hecho de salir, todas destartaladas, sudadas, corridas… se contraponía con la idea del cuerpo de la llegada, que parecía que estaba más compuesto. Esto intentando decir que más que la fiesta devela un cierto cuerpo y manera de estar en relación, es la idea de cuerpo en la “normalidad”, en los otros momentos que no son ese, como un cuerpo tapado. Entonces, no era que la fiesta nos devela un cierto cuerpo, sino que el resto del tiempo el cuerpo está siendo tapado por algo, por el plástico, por el tiempo, por el sistema. La fiesta lo que nos hace es volver a aparecer.



¿Qué interés hay en el colectivo por la potencia del error? ¿Cómo aparece en la investigación la estética glitch, lo corrido, lo jaqueado?

En la pregunta de la fiesta y la pista reconocemos a colectivos y a amigas que vienen trabajando y constituyendo una red afectiva en torno a la disidencia y la fiesta, que incluso hoy nos permite profundizar en ese universo. Pero siempre nos ha interesado cuestionar y recuestionar esos lugares que normalizamos y pasamos como comunes; el tacto, la distancia, las posiciones y las decisiones, es algo que queremos constantemente cuestionar y poner en tensión. De ahí emerge la idea del glitch como materialidad estética que jaquea lo previamente descifrado, transformándolo en un nuevo código construido a partir del mismo adn que se rompe al ser leído por otra subjetividad.



Para seguir de cerca la investigación de Proyecto Tigre, se puede entrar a su instagram.




 



El texto recitado por Mariana:




 


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