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Ojos que tocan

Mariana Catalina Iris



__arreglos_en_general__micro intervenciones en/de la vida cotidiana.




“El ejercicio de la crítica siempre ha estado relacionado con la mirada, con su libertad para cambiar de ángulo y dominar el juego de las distancias. Pero la mirada no es una atalaya a la que nos podemos subir a voluntad. Somos lo que miramos”.

Un mundo común, Marina Garcés.



A través de esta práctica de escritura, mi deseo es bordear algunas preguntas, intuiciones y sentires en torno a la acción de mirar, tomando como contención-compañía el trabajo realizado por Leticia Skrycky y Alina Ruiz Folini Proyecto Táctil, trilogía conformada por “La mesa”, “Las manos” y “Las lámparas”.



No sería ninguna novedad reconocer que en este presente que habitamos los ojos están sometidos y acostumbrados a relacionarse con la estética de lo liso como sinónimo de lo bello, de lo estéril (sin virus), de lo sano, de lo blanco.



Los ojos recorren sin descanso lo liso de las pantallas de los dispositivos-prótesis, moviéndose en línea recta de arriba a abajo en una temporalidad que no da espacio para que aflore el deseo.



Saturados, los ojos bajan la persiana para defenderse, creando con este movimiento de retraída un adentro y un afuera. Con esta línea recta y negra que divide el afuera del adentro, el “afuera” pasa a percibirse-sentirse como una masa uniforme y homogénea. Toda data que recibe el ojo pasa a ser “lo mismo”, nada merece mi atención más que nada. La acción de mirar se convierte en un movimiento rápido, ligero y superficial. Una mirada neutra, no implicada, que se coloca externa al observador.


Mirar se vuelve unilateral, desde adentro hacia afuera, direccionándose en línea recta hacia “la cosa” a ser mirada. Este movimiento frontal y en línea recta hace que “la cosa” sea percibida como plana, “sin espalda”, sin un atrás, sin recovecos, sin textura, sin temperatura.



Frontalidad, choque, imposición.



Para poner en relación estos sentires-percepciones es que entra el trabajo de Leticia y Alina: Proyecto Táctil. Les invito a que antes de seguir leyendo esta práctica de escritura, se tomen unos minutos para entrar a la web del proyecto, curiosear y así continuar juntes desde un lugar común.



Cito de la web su presentación:

“Táctil es un proyecto de creación e investigación en Artes Vivas que se propone subvertir órdenes perceptivos dominantes basados en lo visual, desplazando su protagonismo hacia la tactilidad y la intimidad, considerándolas formas de conocimiento y entornos de relación imprescindibles para la época contemporánea”.




Mauricio Skrycky.




El Proyecto Táctil está compuesto por tres dispositivos: “La mesa”, “Las manos” y “Las lámparas”. Esta última en la que, por motivos de longitud, no me adentraré en este texto. La instalación performática de “Las lámparas” se encuentra actualmente abierta al público en el Espacio de Arte Contemporáneo hasta el 7 de noviembre, ¡recomiendo que se pasen a experienciar!


En “La mesa” los usuarios son invitados a realizar una práctica en la que se pone en común una receta y la elaboración de un material, un slime, al que las creadoras nombran de “dildo líquido”, en la que se proponen “crear un espacio tiempo dilatado, donde ensanchar la observación a partir de la mezcla, manoseo y transformación de elementos... esta tarea sin bordes disciplinares nos sirve de excusa para crear la intersección donde hacer-pensar en colectivo. Una práctica para ejercitar la posibilidad de que la óptica pueda devenir háptica”.



“Las manos”, por otro lado, es una pieza coreográfica co-creada por Alina Ruiz Folini, Leticia Skrycky y Luciana Chieregati. En la web del proyecto las creadoras hablan de tres capas de composición que se ponen en juego en la creación:

“Invocamos imágenes táctiles para desbordarlas hacia otras zonas más difusas y subliminales, en busca de crear un hábitat donde la óptica pueda devenir háptica. Componemos a partir de verbos que se activan en forma de partitura y definen una atención rigurosa, abriendo un plano de trabajo sobre la escritura y traducción del movimiento. Relacionamos el cuerpo humano con las materialidades de otros cuerpos: la densidad del espacio, la visibilidad de la luz y la vibración del sonido”.



A través de su trabajo, Proyecto Táctil invita al usuario-público-practicante a poner en práctica otra forma de vivenciar la acción de mirar, abriendo nuevos universos de la percepción-saber-conocer.



Al experienciar “La mesa” y “Las manos”, los límites cónicos de la visión se empiezan a expandir lentamente, ampliando su territorio de percepción del entorno. Desde los ojos a las sienes, al cráneo, a la nuca, la acción de mirar se vuelve periférica y 360 (como la acción de escuchar). Al mismo tiempo que se desdobla este movimiento envolvente, poco a poco los ojos se empiezan a enraizar, a acercarse al centro, contagiando a todo el cuerpo con este tono, ductilidad, deseo y curiosidad. La acción de mirar se redistribuye en el cuerpo todo, ya no hay separación ni binarismos, no hay cabeza y cuerpo: hay solo cuerpo.



Los ojos se mueven desde el deseo, desde la curiosidad, y adoptan un tono disponible, presente, pero sin tensión ni dirección prefijada. Se vuelven plásticos (de plasticidad), se sienten como plasticina, lo suficientemente blandos para dejarse afectar, dúctiles. Esta plasticidad les permite envolver superficies, entrar en recovecos, percibir texturas y, tal vez, hasta percibir-sentir temperaturas. A su vez, conservan el tono del deseo para recorrer el espacio desde la curiosidad.



Los ojos miran a la vez que se dejan ver, la acción de mirar se vuelve reversible. Ya no hay un adentro y un afuera; esa línea negra que marcaba un límite se abre, transformándose en un territorio de frontera. Los límites de los cuerpos, cosas, inteligencias, ideas, se desdibujan y se funden para conformar un lugar común en donde se ponen en relación subjetividades, conceptos, deseos, saberes...



¿Dónde empieza y dónde termina un cuerpo?

Como dice Anto Rodriguez en la nota que escribió sobre “Las manos” en su blog:

“La vista deja de poseer lo que mira, de colonizarlo con su juicio, de invadirlo y apresarlo al convertirlo en imagen y entra en diálogo directo con ello, se funde con aquello que ve/toca, intercambian sus temperaturas, deviene orquídea la abeja y abeja la orquídea (citando, como siempre, a Deleuze)”.

En este nuevo espacio de frontera todo se mistura, se contamina, se empapa, se contagia, se toca. Cada cosa que la integra se abre y “brota en su tactilidad” para encontrarse desde esa apertura, fragilidad y diversidad.


Nacho Correa.


¿De qué manera intentan hackear la visión y correrla del lugar hegemónico para volverla más porosa y encarnada?

Como bien dice la pregunta, es ante todo un intento, o sea, no sé si conseguimos hackear la visión. Lo que hemos ido descubriendo en la investigación, sobre todo en las primeras etapas, es esa posición hegemónica que tiene la visión para relacionarse-detectar el mundo, anticiparse, catalogar, etiquetar, y un aparente distanciamiento que genera con el hecho; como si yo pudiera observar una cosa que sucede y anticiparme, mientras que parece que los otros sentidos implican de alguna manera estar dentro de las situaciones, porque necesitan un nivel de proximidad y de presente, sobre todo, tacto, olfato, gusto.

Creo que en las primeras etapas de investigación, sobre todo yo, que vengo de las disciplinas visuales, al meterme en los problemas de la mirada (que son problemas políticos también, no solo poéticos), tuve una reacción de rechazo con los ojos. Entender lo traicioneros e inspectores que eran me obligó a rechazarlos y proponer que pusiéramos todo el énfasis en los otros sentidos. Luego, con el tiempo, fue bueno irse dando cuenta de la reacción ingenua que era esa de culpabilizar a un sentido y, por el contrario, abrazarlo, para entender las bondades que la mirada tiene, y la multiplicidad de posiciones que hay cuando existe una relación horizontal entre esas circunscripciones que la historia ha ido creando. Quizás si en vez de pensar en los sentidos de una manera tan clasificada, pensáramos más en esa sinestesia o en ese mar sensorial, se abrirían otras posibilidades.

Entonces, para resumir, el intento ha tenido que ver con horizontalizar y hacer transposiciones, dejar que se contagie un sentido del otro, pero, ante todo, abrazarlos a todos de alguna manera.

¿A qué se refieren cuando dicen: “que la óptica pueda devenir háptica”? ¿Qué sistemas activan o generan de estimulación táctil-visual?

“Que la óptica pueda devenir háptica” es un deseo, no es una afirmación. Es una provocación del lenguaje, sin duda, y hasta del orden de la imaginación. No podría afirmar que la óptica puede devenir háptica, pero sí que en ese “bajarla” de una posición hegemónica se abren otras posibilidades, y esa puede ser una. Para mí, eso puede tener que ver con otros tipos de enunciados, por ejemplo, “que las manos puedan ver” o “que los ojos puedan tocar”. ¿Qué significa eso? No lo sé. Incluso, digo que “no significa”, porque creo que es hasta una especie de faro utópico en mi propia carrera: cómo poder lograr relaciones entre visualidad y tactilidad con una mirada que no está analizando, sino que está tocando y dejándose ser tocada. Es como si fueran unos ojos músculo que están dentro del cuerpo y no en un plano mental-analítico, sino sintiendo, percibiendo, y que son tocados por la luz, por ejemplo, y que pueden ser capaces de dejarse contagiar a otras partes del cuerpo y, por ende, a otras formas de relacionarse con el mundo y en el entorno.

En nuestro proyecto diría que todas las materializaciones que intentamos hacer desde diferentes lenguajes intentan estar en esa relación (no quiero decir que lo logren). Por ejemplo, en la iluminación de las manos el comportamiento de la luz comienza a tener un sonido, pero no es un sonido agregado, procesado, sino que son las propias luces que van generando una variación de campo magnético y nosotras lo que hacemos es amplificar ese fenómeno que ya existe.

Entonces, al acontecimiento visual se le suma una capa sonora que indefectiblemente también tiene que ver con la espacialidad y con la percepción de ese espacio. Esa sonoridad tiene unas ciertas características que también contagian a mi propia percepción del lugar y, por tanto, debería también ahí haber una respuesta física, por ende, táctil.

Por ejemplo, en “Las lámparas” trabajamos con la temperatura de esas lámparas, no solo con la luz que emiten. La temperatura es un canal directo con la percepción táctil de ese espacio y hasta de un nivel no más analítico, sino de: “¿qué cosa siento estando dentro de ese espacio?”. Entonces creo que, aunque no son sistemas cerrados, en las materializaciones que hacemos siempre intentamos que haya contagios múltiples, que incluso son desconocidos para nosotras. No estamos aplicando un sistema científico de relación perceptual, sino que estamos nosotras ahí experimentando y percibiendo.

En “La mesa”: ¿cómo y por qué surge la necesidad de trabajar con esta materia [dildo líquido]? ¿Cómo activa la relación materia-visualidad este material? ¿Cuáles creen que son las sensibilidades en relación a lo táctil-visual que despierta [las invitaciones que hace] en los usuarios?

Hay una provocación importante, que es que les usuaries vinieran a trabajar con materias o con “no humanes”, porque eso también potenciaba una zona de intersección entre Alina y yo como dos personas que vienen de disciplinas distintas. Entonces, al poner un tercer cuerpo entre ambas, fuimos capaces de amasar una misma masa y, en este sentido, de una manera literal. Fue importante y necesario no estar teorizando sobre el tacto, sino que, para hablar y pensar, era necesario primero practicar, hacer, estar en una situación. Y si estamos pensando sobre estimulaciones, deberíamos estar estimuladas y no teorizando sobre eso.

Creo que esos fueron los dos motivos que generaron que pudiera aparecer esta materia: una provocación de querer trabajar con una materialidad no humana, un otro cuerpo que estuviera entre las dos, o con las dos; y después, por otro lado, esta idea de generar un agente estimulador, porque si vamos a pensar con las manos que las manos estén haciendo-pensando.

Una experiencia muy linda fue una vez en Buenos Aires que hicimos las dos piezas, una detrás de la otra. Hicimos “La mesa” con el público y luego pasó un rato e hicimos “Las manos”. Entonces, en las personas que vinieron a ver “Las manos” ya había una activación, una estimulación táctil, que provocó una empatía muy grande a la hora de ver a Alina y a Luciana performear; la memoria del dildo líquido, del slime, estaba en las manos y en la performatividad de las manos. Creo que sería una experiencia linda para volver a repetir, cómo hay una mirada que está alimentada con una experiencia previa.

En “Las manos”: ¿cómo arribaron al trabajo específicamente con las manos? ¿Por qué las manos? ¿Qué herramientas generaron para trabajar la relación entre visualidad y tactilidad?

Por qué las manos fue una cuestión que nos preguntamos mucho durante el proceso. Parecía muy evidente o muy primario decir “vamos a trabajar sobre el tacto”, o a pensar sobre el tacto y las manos que parecieran contener al tacto, cuando en realidad el tacto está en el cuerpo todo hasta de manera interna. Pero lo que persistió es que aparecieron ideas que tenían más que ver con el gesto, con los oficios, con las manos como hacedoras, las manos que sostienen, las manos que agarran, las manos que sanan, las manos que invocan. Confiamos en esa decisión que creo que no fue del todo una posición consciente sino que fue sucediéndose durante el proceso de investigación.

¿Qué textos descubrieron y les acompañaron en estas reflexiones en torno a la acción de mirar, en torno a la visión?

Como también fue una investigación atravesada por un máster, tuvimos muchas lecturas tangenciales, y ahora mismo se vuelve difícil nombrarlas todas. Un texto que estuvo al comienzo de nuestro trabajo fue “La piel de los ojos”, de Pallasmaa, que es sobre arquitectura y tactilidad, muy interesante, y fue el primero al que llegamos. Después, estuvimos leyendo a Byung-Chul Han, aunque lo fuimos abandonando poco a poco, y hubo un texto de Marina Garcés que llegó hacia el final del proceso de creación de “Las manos” (que retroactivamente fue muy importante) sobre la visión periférica. En ese texto aparece la imagen que para nosotras se volvió operación en nuestra práctica: el dejar caer los ojos al cuerpo. El deseo, y casi que el “objetivo” (pasa que “objetivo” es un poco productivista o extractivista), se volvió como un faro, llamémosle así, que guía nuestras prácticas, ese deseo de que los ojos caigan, de que los ojos sean cuerpo junto con el resto. Creo que esos dos textos, en momentos distintos, fueron bien importantes. Atravesadas en toda la investigación están también lecturas de Donna Haraway, de feminismos de diferentes tipos... pero más icónicamente podría nombrar a esos dos, el de Pallasmaa y el de Marina Garcés.




 



El texto recitado por Mariana:


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