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  • Nina Blau

El motor del deseo. Las motivaciones de Marianella Morena


Cuando era adolescente tuve una etapa muy fructífera y solitaria en la que solía ir a ver toda obra de teatro que se me cruzaba, sacándole el mayor jugo posible a mi gastada tarjeta de Socio Espectacular. En una carpeta guardaba todos los folletos y programas, y a veces pasaba tardes ordenándolos y recordando los momentos que más me habían gustado.

Hoy no recuerdo la mayoría de las obras que vi, pero hay algunas que siempre me quedaron grabadas, porque despertaron algo en mí, eso que yo buscaba en los escenarios y que no sabía definir, una suerte de empatía trascendental que no encontraba en mi vida cotidiana. Un sentido que se me escapaba. Una de esas obras fue Don Juan: el lugar del beso, una adaptación o reinterpretación del texto Don Juan o El convidado de piedra, de Moliére, muy jugada, fresca, que me parecía a la vez sensual y sumamente transgresora, realizada en el sótano de MVD Bookstore en 18 de Julio, en 2005.

La autora y directora de esa obra era Marianella Morena, que hoy cuenta con una trayectoria excepcional en el ámbito teatral, con más de 23 espectáculos (la mayoría de su autoría, pero también adaptaciones de textos ajenos) que viajaron y viajan por múltiples países, dando a conocer la escena uruguaya. Su última puesta, Rabiosa melancolía, fue seleccionada como uno de los 13 espectáculos nacionales que integrarán la carta del FIDAE 2017, que se celebrará en octubre. Posteriormente, el equipo de Rabiosa se irá de viaje a España y presentará la obra en el festival de Cádiz y en el Teatro Español de Madrid, en el ciclo Semana Uruguaya, en el que se presentarán junto al unipersonal Solo una actriz, de Estela Medina.

La agenda de Marianella y su sed creadora es incansable. Como si esto fuera poco, en estos días parte de viaje a Perú, a participar en la quinta edición del Festival Sala de Parto, con la dirección de un espectáculo al aire libre con más de 200 mujeres en escena, Bicentenaria: Perú + Uruguay, que se llevará a cabo en el Parque Próceres de la Independencia, en Lima.

Tuve la suerte de que me recibiera en su casa para hacerle algunas preguntas; en vista de que debido a su prolífica obra Marianella ha sido entrevistada en varias ocasiones, quise enfocarme en lo que a mí más curiosidad me despierta, esto es: sus motivaciones artísticas como dramaturga y directora, sus raíces y sus procesos de creación.

¿Qué te llevó a elegir el teatro? ¿Por qué decidís dedicarte a las artes escénicas?

El primer teatro estuvo en mi cabeza, cuando era niña. Yo me aburría muchísimo en la escuela y en el liceo, de verdad. Recuerdo haber tenido un mundo paralelo. Como vengo del interior, de familia rural, el mundo de los estímulos creados por el ser humano llegó muy tarde a mí, por lo que no tenía una relación directa con las artes en mi día a día. Ese es el primer teatro que conocí: el mental, el imaginario, en donde existía la libertad. Creo que es el único lugar en la vida donde uno descubre que existe la libertad. Y al llegar al orgasmo. Esos son los momentos en que uno vuela, es decir que pierde noción de la materialidad, de la limitación de la materia, se pierden los límites del cuerpo.

Después ingresé accidentalmente a la escuela de teatro y empecé a encontrar las posibilidades que sigo sin encontrar en la vida. En el teatro hay un laboratorio humano, está el ser humano en toda su dimensión sin la exigencia del resultado. Se trabaja con el otro y todo es un campo fértil. En la vida hay un reglamento, una forma de comportarse, en las relaciones y en los vínculos hay una exigencia moral y afectiva que es gigantesca, una incapacidad de perdón y de piedad muy grandes, no hay libertad. La libertad no existe, la felicidad no existe; no hay un pensamiento o una reflexión sobre quiénes somos o qué queremos ser. Cuando yo entro al mundo del teatro las reglas son mías, es un encuentro de personas que crean. A través del teatro creo un país con un sistema de comportamientos, de reglas, de miradas, donde los valores son los que nosotros definimos. ¿Cómo lo voy a dejar? No puedo, no hay forma de abandonarlo.

Y también es una herramienta mejor que la política porque es honesto; no hay posibilidad de ser artista si uno es deshonesto ya que se trabaja con la exposición. El artista queda al descubierto porque trabaja con su propio yo, tiene que tener obligadamente un diálogo constante consigo mismo. El teatro todo el tiempo se mueve y tiene que tener esa capacidad periférica, esa línea marginal para poder rebelarse frente a una imposición o frente a una censura, es un capital humano y político muy poderoso. Sigo pensando que es poderoso. Más allá de si está incorporado o no en una estructura de Estado, en una estructura educativa o en un pensamiento global o personal, es en sí mismo. No necesita. Yo nunca le pedí la autorización a nadie para ser y para hacer mis cosas. Voy y las hago.

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Como dramaturga Marianella ha estrenado 18 textos propios (quizá tenga más escritos sin estrenar); muchos de ellos basados en figuras significativas de la cultura uruguaya (Elena Quinteros, Delmira Agustini, Trinidad Ladrón de Guevara) y que dialogan con diferentes épocas históricas desde nuestro presente. Además de la labor de creación, tiene un profundo trabajo de investigación histórica y sociológica, que probablemente le requiera un grado alto de concentración y disciplina. Sus textos tienen una escritura pasional e intensa, visceral, con una crudeza que parece que aspirara a develar el núcleo humano de las situaciones y los personajes, mostrándose ella a través de sus letras, llegando a un lugar oscuro por desconocido, buscando la fibra interna de las emociones.

“La actuación es una fuente de conocimiento humano, tan honesta como intensa, no hay retorno después de que se ve el alma, después de que se palpa la propia y la ajena, eso se comprende cuando se viven todas las vidas en un mismo cuerpo”. Este es uno de los apuntes iniciales de la obra Trinidad Guevara, escrita por Marianella en 2010, espectáculo que ganó el premio CCE a Solos en el escenario (interpretada por Cecilia Cósero). También se ha destacado con la adaptación y dirección de textos ajenos; tal es el caso de Demonios (de Lars Norén, en 2014), entre otros.

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Marianella dramaturga: Rastreando el deseo

¿Cómo comenzás a escribir dramaturgia? ¿Antes escribías poesía, narrativa...?

Recuerdo que cuando era niña escribía para saber quién era. No me encontraba en mi ámbito familiar, sentía que no tenía un lugar en el mundo. La escritura ha sido el gran amor de mi vida, el que nunca me falló; o sea, el amor más incondicional que he tenido fue la palabra, el lenguaje, porque ha estado siempre conmigo... y también me ha permitido rastrearme. Siempre digo que la palabra es como una pala que socava: hay algo por debajo de ella que me deja en evidencia quién soy o qué me pasa.

La escritura teatral llegó a mí de forma muy orgánica. Vengo de una formación actoral y en determinado momento necesité decir cosas a través de mis palabras, así es que escribí mi primer texto teatral: Los huecos del pan [se estrenó en 1996 en Sala Cero, El Galpón].

A lo largo de mi carrera también me han aparecido propuestas de afuera pero los primeros motores del deseo son internos, ahí tengo un fuego, tengo algo que ordenar u organizar, que adentro del cuerpo no puede estar. Es como si la palabra me pidiera tener otro soporte para vivir, como si tuviera vida adentro, que me pide salir. No se trata solamente de contar algo, no es la presión de hacer un relato, hay algo que es a pesar mío. ¿Se elige? No. Hay algo que me determina. Yo no puedo vivir sin crear, sin tener ideas, sin tener proyectos. Esa es la parte que más me gusta, cuando empieza a aparecer algo y no sé cómo lo voy a resolver. Es lo que más me gusta hacer en la vida, tener algo para resolver.

¿Partís de alguna base a la hora de escribir una obra, por ejemplo, para crear personajes?

No tengo establecido desde dónde parto; sí sé que tiene que haber algo que me empiece a quemar. Y que se me metió adentro, el “bichito”, le digo. Hay algo que empieza a pasar del tormento al deseo, se empieza a activar, y eso es lo importante. Después empiezo a trabajar sobre eso, le pongo contenido, ideología, proyección, lenguaje.

Y en los proyectos para los que he sido convocada sucede de afuera para adentro, en ese caso me tengo que rastrear el deseo. Ahí me he encerrado… como si fuera un detective o un inspector, buscando el deseo, el motor, ¿qué me mueve?, ¿qué me pasa? No puedo trabajar solamente desde la intelectualidad, la inteligencia o desde una definición de ingenio, porque no me es propio, necesito apropiarme de eso. En esos casos tengo que hacer un trabajo a la inversa, pensar: “¿cómo lo ingreso?” Como si eso hubiera sido una idea propia, y se hubiera activado desde el inconsciente, como si hubiera surgido de un lugar misterioso que yo no conozco.

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Sobre Rabiosa melancolía

“Un musical atípico, con actuación y dirección musical de Malena Muyala”.

Elenco: Malena Muyala, Mané Pérez, Lucía Trentini, Agustín Urrutia.

Para escribir Rabiosa melancolía, ¿tenías una idea o sensación inicial?

Yo estoy algo obsesionada con buscar cuál es el límite entre la ficción y lo real. Si hay un límite, ¿dónde aparece? O, ¿en qué momento se transforma una cosa en otra? En Rabiosa melancolía no tenía texto al comienzo.

Quería hacer dos líneas de investigación: una era ir desde el silencio a la canción. Esto es: investigar el concepto de silencio, la pausa, la palabra, no solamente lo que se dice sino su sonoridad, y ver cómo puede terminar todo esto en la canción. Hacer un campo de investigación sobre las sonoridades como forma de construcción del lenguaje en la escena teatral.

Me reuní con los actores y les planteé premisas concretas sobre un recuerdo de la infancia en el que se dieran cuenta que habían alterado la situación original. Por ejemplo: que de chicos vieran un lugar gigantesco, o a su madre enorme, o a una mesa grande, y después se hubieran dado cuenta de que no era así, de que el lugar era chico, que la mesa era pequeña… que era solo su percepción como niños. Eso para descubrir cómo las emociones trastocan las situaciones. Así empezamos a trabajar, con esos recuerdos en los que la memoria se ve alterada. Otra cosa que me obsesiona mucho es la ruptura del presente, pasado, futuro; quería hacer algo que barriera con la frontera del tiempo. Esa fue la otra línea de investigación.

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Marianella directora: El pulso de la escena

“Se dice desde la materialidad de la escena, desde la composición escénica y también con la palabra, pero no solo con ella. Son las palabras del autor, las palabras autorizadas, las que empiezan a perder protagonismo porque otras palabras también van configurando”. Fragmento de “Identidad, estrategias de teatralidad y saberes”, de Sofía Etcheverry, respecto de la obra Las Julietas, de Marianella Morena. Colección Tesis, 2015, ediciones de la FHCE.

Cuando escribís una obra, ¿ya prevés algo sobre cómo será la puesta o los actores?

No me interesa ver todo de entrada, me aburre mucho saber. Me parece que condiciona, que empezás a trabajar para eso y se genera un relato muy lineal. No te permitís el azar. A mí me atrae muchísimo encontrar junto al otro, que el actor me muestre cosas a partir de ciertas pautas, premisas o trabajos, me gusta estar ahí.

La que define es la escena. No estoy pendiente del texto, no tengo piedad con los textos ajenos y tampoco con los propios. No es que desautorice al autor, sea yo u otro, es porque creo que la escena es la que define. Tiene una autoría, una naturaleza, una vida. No le impongo. Me gusta encontrarle su propio pulso. Como si fuera un dios hambriento: lo alimento o le saco comida. Me escupe o me lame.

Esa gimnasia es lo que más me gusta por encima de todo. Ese momento en el que empiezo a decir: es el amor, es la atracción, es el deseo…

 

La nota en voz de Nina y Marianella:


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